Vestido de azul turquesa y oro le observé al torero de Albacete por primera vez en el ruedo de la Plaza México, lo recuerdo muy bien, me encontraba sentado en una localidad del segundo tendido de sol, y nunca voy a olvidar aquella dosantina combinada con un cambio de mano que no llegó a su fin porque la muleta cayó de su mano izquierda… fue un ¡olé! eterno que se apagó con el ¡ay! del público que lamentó el hecho, pero que se puso de pie para ovacionar, como yo nunca había visto, una obra de arte inconclusa. Manuel Caballero había llegado al corazón de la México el 2 de noviembre de 1997 para no irse jamás.
Torero de un estilo sobrio, basado principalmente en una muy depurada técnica, pero que no deja de lado el valor y el sentimiento. Cómo borrar de la memoria aquél quite por chicuelinas en la tarde del 6 de febrero del 2000 en el mano a mano con Zotoluco…
Caballero es de los pocos toreros que puede presumir grandes triunfos en la mayoría de las plazas que ha pisado. Salidas a hombros de Madrid, Sevilla, México, Nímes, Manizales, entre otras.
Sin lugar a dudas la nostalgia nos invade a la afición de México y, como el propio Manuel lo ha dicho, él siente mucho cariño por América que es uno de los lugares donde más torero se le ha hecho sentir y desde luego que siente nostalgia por este público.
Manuel Caballero ha decidido que este es el momento adecuado para irse del toreo. Catorce años como matador de toros y poco más de dieciséis dedicado al arte, es principalmente lo que le ha hecho decidir que todo debía acabar.
Es una pena que un torero como Manuel Caballero se vaya y que esté a punto de decirnos adiós el próximo domingo. Sólo me queda desearle suerte y darle las gracias por la inspiración, belleza y finura que derramó en el ruedo en cada una de sus actuaciones. No hay más palabras para decirte que se te echará de menos.
¡Gracias Manuel y hasta pronto!