El pasado domingo 14 de noviembre, hubo dos festejos en las que se supone son las plazas más importantes de México.
Uno en la Monumental Plaza de Toros México, con un aforo para 50 mil personas, en una ciudad en la que habitan cerca de 24 millones de seres humanos, y a la que sólo asisitieron cerca de 7 mil aficionados.
El otro, fue en el Nuevo Progreso de Guadalajara, la capital de Jalisco, con cerca de 4 millones de habitantes, una plaza para 18 mil personas, a la que acabaron acudiendo cerca de 9 mil.
En la México, lamentablemente, vimos lidiar un encierro de Xajay... del señor Javier Sordo Bringas, con una apariencia tan juvenil, que nos recordó a los pequeños erales que se pueden torear en cualquier festival de una plaza de segunda categoría, y con una sospecha que tuvo el respetable... de una supuesta corrección en sus astas, que no se acabó de entender para qué.
En ese contexto, existió un supuesto triunfo para el español Salvador Vega, dos orejas (una en cada ejemplar)... y otro más para el veterano colombiano César Rincón quien paseó un auricular; a los que se sumó una orejilla protestada para el mexicano Leopoldo Casasola, quien sufrió una soberana paliza del pequeñín que le correspondió, como segundo de su lote, y que hizo el sexto del festejo.
Al señor Vega le dieron dos orejas... tan minúsculas, como los astados que enfrentó, y aquí surge una pregunta... ¿cuánto puede valer el supuesto triunfo del señor Vega, si apenas y acudió el 14 por ciento del aforo de la plaza mayor del mundo?
No creemos que un mínimo porcentaje, pueda hacer triunfador a un torero; ni tampoco creemos que el señor Salvador Vega, carezca de toda autocrítica para darse coba el mismo, y suponga que con esas faenas ante pequeñajos... tengan verdad y validez.
Lo demás, creo que... queda entendido.
¡Caray!, si se diera un espectáculo con grandeza.
Mientras estos penosos hechos ocurrían en el coso más grande del mundo, en el Nuevo Progreso de Guadalajara, se lidió un imponente encierro conformado por las ganaderías de Begoña y Santa Teresa, de los señores Bailleres.
No había ninguna duda de que se trataba de toros con su edad, trapío, cornamentas desarrolladas... ¡la presencia del auténtico toro!
Hubo cuatro que permitieron interesantísimas faenas, una para Eualio López El Zotoluco, otras dos más para Rafael Ortega, y la del que cerró plaza, para Pedro Gutiérrez Lorenzo El Joven Capea.
El 50 por ciento del aforo de la plaza tapatía (los 9 mil asistentes), estuvo de acuerdo que Rafael Ortega fue el triunfador, y que El Joven Capea tiene un futuro halagüeño, al margen de que reconocieron que El Zotoluco, estuvo más que digno.
Ahí queda para usted, lector amigo, esta humilde reflexión, y sólo estoy en espera de sus valiosos comentarios.