Que lástima y que pena me dió lo ocurrido en la lidia del sexto toro en la Plaza México dentro de lo que fue la segunda corrida de Temporada Grande. La faena de Leopoldo Casasola a su segundo astado fue desastrosa y todavía corta una oreja, eso… no se vale.
Reconozco que los toreros son hombres de pundonor, de vergüenza, valientes y que cuando desafortunadamente caen heridos, buscan a toda costa quedarse en el ruedo a terminar su labor sin verse la ropa. Pero lo anterior no quiere decir que vayan a ser premiados con apéndices por haber salido de la enfermería. Señores, las orejas se cortan con faenas que se rematan con la espada.
El ejemplo más claro lo tenemos, como dije en un principio, con Leopoldo Casasola quien, después de haber recibido una paliza, salió a dar la cara nuevamente, lo cual se agradece, y el juez de plaza se compadeció del maltrecho torero regalándole una oreja que fue protestada e inmerecida, pero que ni siquiera el torero tuvo la dignidad ni la vergüenza de tirarla ante el fuerte abucheo del público. Esas orejas no sirven para nada, al contrario, nos demuestran la falta de categoría, clase y vergüenza de un matador de toros. Señor Casasola, me defraudó.
Seamos honestos, Leopoldo Casasola tuvo una actuación digna de un novillero, no de un matador de toros. Dónde quedó la supuesta gran campaña española que hizo, la verdad, ahora dudo que haya sido así de bonita como nos la platicaron acá en México. No pudo con el mejor ejemplar del encierro, un toro con clase y buen estilo por ambos pitones que le pegó tremenda paliza, y después regresó de la enfermería a dar trapazos por todos lados. Se le vio desubicado, sin idea. La estocada fue baja, por lo tanto de rápidos efectos y el juez ni enterado de lo sucedido.
Por otro lado, también es de preocuparse que se haya registrado tan pobre entrada en un cartel muy importante. Que lástima por la gente que no asistió a la cátedra del maestro César Rincón quien dio una lección de lo que es torear. Que lástima que no hayan visto a Salvador Vega, un torero que promete mucho, y que no confíen en Rodrigo Santos, un rejoneador importante en nuestro país.
Parece que el público se ha encasillado en tres o cuatro toreros españoles y si acaso en dos mexicanos para ir a la plaza y eso… también es una pena.
Por parte del torero, creo que es mejor irse vacío de la plaza, únicamente con capotes y muletas en la espuerta, pero con dignidad y la cabeza en alto, a salir con una oreja y tener que agacharse por haber recibido un trofeo amargo que no vale un centavo ni en el pueblo más humilde.