Se anuncia, para la próxima temporada, la presentación en los ruedos de Cayetano Rivera Ordóñez y, dicho anuncio, queramos o todo lo contrario, viene a demostrarnos muchas cosas, entre ellas, que el mundo del toreo, lamentablemente, sólo se basa en los personajes que aparezcan por televisión, y no en programas culturales ni educativos; más bien, en espacios donde la frivolidad es una constante, como la falta de rigor y seriedad.
Siendo así, este hombre llamado Cayetano, con casi 30 años de vida, ahora se acuerda que quiere ser torero y, lo peor que yo le pueda desear es que sea el mejor y que triunfe por lo grande. El pobre, harto de todo, ahora se da cuenta que quiere ser torero y, bajo los auspicios de su hermano, seguro que lo logra; entre su hermano y las televisiones, con toda seguridad, para los pueblos, ya tenemos un nuevo torero.
Es una pena que, respecto a los toros, todo cuanto acontezca con seriedad, rigor y relevancia, a nadie le importa como, a su vez, ningún medio nos lo enseña, salvo, claro está, los estrictamente taurinos. Por el contrario, aparece un personajillo vinculado o adentrado en el mundo de los toros diciendo que se ha acostado con fulanita o menganita y, de la noche a la mañana, dicho personaje, llamémosle torero, es conocido hasta en Villabotijos de Arriba.
De este modo, el tal Cayetano, como sabe, lo tiene muy sencillo; cuenta, ante todo, con el apoyo de su hermano y, por encima de todo, con la prensa amarilla y las televisiones basura que, con toda seguridad, le aportarán la fama que pueda faltarle. Como vemos, es cuestión de nombre y, Cayetano lo tiene. Ciertamente, el hombre, harto de dar tumbos y, sin oficio ni beneficio, ha decidido adentrarse en un mundo que, posiblemente, artísticamente le reportará poca gloria dentro de los ruedos pero que, fuera de ellos, es decir, mientras se vista, acuda a la plaza y firme autógrafos en el patio de cuadrillas, su popularidad, será infinita.
Y esta es la triste leyenda de lo que queda del mundo de los toros que, como he dicho miles de veces, para los grandes medios de información, taurinamente, sólo es noticia la muerte o cornada espectacular de tal o cual torero; y en la otra vertiente, saber cuantas amantes tiene el citado torero. De las condiciones artísticas de un torero determinado, nadie se hace eco; nadie de los que en verdad debería. Sin embargo, el citado Cayetano, sin haber sido nada en el toreo, ya cuenta con todos los números premiados para, el próximo año, aparecer en los ruedos con la suficiente aureola para que, los grandes medios de comunicación, estén junto a él. Triste, pero cierto. Y, mi tristeza, como la de todo buen aficionado, viene dada al comprobar que, una vez más, a uno que no es nadie en la fiesta taurina se ofrecen todo a manos llenas y, mientras tanto, grandes toreros, se siguen muriendo de hambre y de desdicha.
Y la culpa de todo la tiene el sistema; digamos las televisiones que, con sus falacias, han acostumbrado al personal a la basura informativa, al cotilleo sin bragas cuando, para tal fin, han buscado, como protagonistas, a algunos que dicen ser toreros que, a su vez, les ha venido de maravilla para adquirir una promoción que, solo con su profesión, jamás hubieran logrado. Por todo ello, Cayetano Rivera Ordóñez, listo como el hambre, sabedor de la aureola que desprende su nombre, no lo ha dudado un segundo y se ha adentrado en el mundo donde, como su hermano, logrará la fama sin llegar a la arena de las plazas de toros.