El Gobierno de la nación, al respecto de los inmigrantes, se encuentra con un dilema inmenso y, lo que es peor, nadie hace nada por solucionarlo cuando, al mismo tiempo, las arcas de la Nación, están dejando de percibir cientos de millones de ingresos, los cuales, obviamente, vendrían dados por la manos y sentidos de este ingente colectivo de personas que, trabajando todos, y nadie puede demostrarlo cuando, su vez, como explico, dejan de ingresar cientos de millones que, para las arcas del Estado, vendrían de maravillas. ¿Qué ocurre?
He ahí, la gran pregunta sin respuesta. ¿Cómo es posible que nadie haga nada por solucionar este problema cuando, a lo sumo, a los inmigrantes, se les somete a que hagan colas inmensas para arreglar sus papeles si en verdad no hay soluciones? Es tercermundista lo que a estas personas se les somete. Cualquiera, aplicando un mínimo de sensatez, al respecto de los inmigrantes, procuraría dar soluciones de inmediato. Quiero pensar que, para legalizar a cualquier persona en España, el primer requisito, debería ser el trabajo y, conozco a miles de ellos que, todos, trabajan; muchos, de sol a sol y, tienen que hacerlo a escondidas, como los enamorados furtivos. Siendo así, cuando alguien demostrara que tiene trabajo, mucho me temo que, todas las barreras deberían de venirse abajo y, poder legalizarles de inmediato.
La lógica nos dice que, toda aquella persona ocupada en su trabajo, difícilmente podrá hacer el daño o practicar la delincuencia en cualquier de sus innumerables facetas. De este modo, todos aquellos que trabajan y puedan demostrarlo, sería muy sencillo darles el permiso de residencia para, de esta manera, pasar a ser ciudadanos de primera, como cualquiera de nosotros. Vivimos en una laguna permanente al respecto y, lo estamos pagando caro. Muchos inmigrantes, la gran mayoría, se doblegan ante el trabajo que no quiere nadie y, aunque sea sin contrato, trabajan como Dios les da a entender y, si dan con buenas personas, encuentran una lógica recompensa a un trabajo ímprobo y raramente valorado; si dan con malhechores, que también los hay, éstos, se aprovechan de la circunstancia y les exprimen de mala manera para sacarles el jugo que ya no tienen.
Trabajar como la hace la clase inmigrante, es tanto como decir que están en la cárcel y con miedo. Es algo terrible cuando, como explico, de legalizarles, todos saldríamos ganando; ellos los primeros, claro. Esta maldita situación está forzando situaciones que, mucho me temo, nadie las demanda. Me explico. Quiero ser sincero y, ante todo, ponerme en la piel de estas personas y, como ellos, juro que agotaría todas las posibilidades habidas y por haber con tal de encontrar trabajo; pero de serme imposible, haría cualquier cosa para conseguir el pan de mis hijos.
Hablo de personas honradas. De los delincuentes me ocupo ahora. Ser inmigrante, no es ser necesariamente delincuente; que habrán venido algunos, nada es más cierto. Pero para eso está la justicia, para condenarlos, extraditarlos o meterlos en la cárcel para que se pudran. No veamos delincuentes en las personas venidas de afuera que, para desdicha nuestra, antes de que la inmigración tomara el nivel que ha conseguido, en España, ya estaban las cárceles llenas; al margen de los de guante blanco que, ni los cogen ni los cogerán.
Respecto a la inmigración, como explico, estamos dándole vueltas a una pelota cuadrada. No tienen papeles porque no tienen trabajo; y no tienen trabajo porque no tienen papeles. Así de crudo se lo han puesto y, como se demuestra, nadie repara en lo que tengan trabajo que, afortunadamente, son la inmensa mayoría, por tanto, acreedores a la reglamentación de los papeles. Confiemos que, algún día, los responsables, se den cuenta de su error y sepan legalizar a los que, de forma honrada, han venido a buscar el pan a través del trabajo.
