Tal día como hoy quiero
recordarle. Se fue sin mucho equipaje, se fue ligero, sin hacer ruido,
sencillamente se fue. Llegadas algunas fechas será más viva su presencia o,
mejor, su ausencia.
Hoy, cuando está a punto
de llegar la Nochebuena, previa a la Navidad, se me hace presente su recuerdo.
Un año atrás le tenía a mi lado, aquí en mi casa. Cerca de donde escribo está su
cama, la última cama donde durmió al margen de su casa y de la residencia. Este
año no estará en Nochebuena y Navidad, se fue...
No cenaré con él como la
última vez, pero lo haré, gracias a él, con sus descendientes, con quienes
llevan su apellido, con quienes llevan su sangre y no siendo igual no dejará de
ser casi lo mismo, estará presente. Aunque se seguro que no se caerá de la cama,
como cuando alertado por el ruido fue mi primera imagen de la Navidad pasada. Su
sangre esta vez, como digo, estará presente, pero no en su cabeza, en la pared y
en la almohada.
Su presencia la
sentiremos cuantos nos sentemos a la mesa de Navidad y en su evocación
lograremos conectar con su recuerdo, y buscaremos el mejor que de él tengamos
cada uno. A eso os quiero invitar a todos, a cuantos le conocistéis. Recordarle
y recordarle bien.

Así, resuelto, alrededor de una plaza de toros, la última vez que me acompañó
Vale recordarle en
esta imagen que acompaño, cuando acudía a la última plaza de toros a la que me
acompañó, como vale en cientos de ocasiones más que se nos vengan a la memoria,
pero siempre bien, ligero y galán.
Se fue, pero nadie os va
a quitar su recuerdo, su memoria, sus andares, sus cantares, su cariño. Se fue,
sí ¡jóder!, pero lo mejor de él, su amor, se quedó con nosotros para siempre.
Además supo elegir novia y nos la ha dejado hecha una guapa, alegre y resuelta
mocita. No podíamos pedirle más.
En su nombre y en el de
la mocita, para todos, FELIZ NAVIDAD.