Dispuestas están las puertas para abrirse. Una, la de cuadrillas se abrirá para dar paso a los protagonistas de la fiesta: los toreros; la otra, la llamada puerta grande para ver salir triunfantes, también, a los TOREROS. Sí, pero éstos con mayúsculas.
Por una y otra puerta se conjugarán y saldarán las ilusiones de los acartelados en esta Feria de 2001. Una puerta más, estará abierta para echar un capote a aquellos cuyo destino torero se encuentre con el precio a pagar, las cornadas, por quienes eligieron esta difícil profesión, pero confiamos que no tenga que abrirse. Que cada puerta cumpla su misión y con ello, una vez más, se de cumplida respuesta al rito del arte de torear.
Con esta Feria de Otoño, algo más se abre: en este caso, mi pluma que ha permanecido en silencio durante el largo verano. Será que no han habido suficientes motivos para abrirla o, simplemente, que la pereza que produce esta fiesta que, tan permanentemente atropellada, languidece, no inspira lo suficiente como para cantarla, pues no será otra cosa la que quisiera siempre escribirla: cantándola. Abrimos nuevamente la esperanza y esta feria postrera nos disponemos a cantarla, si ha lugar. ¡Ojalá!.
Y no es que no haya habido noticias buenas o de interés durante el verano, pero todas, o casi todas, lejos de Las Ventas, desde el punto de la autenticidad a reclamar siempre, son menos noticias. Noticias fuera del ruedo han sido que se nos fue Galán y hasta “Juncal”; otro accidente ha dado con Jesulín en el quirófano y en un terreno más positivo, en el ruedo, además de que las figuras han triunfado por las ferias con más o menos fuerza y/o con toros al corral, los nombres de toreros “sin padrinos” se han hecho con huecos en esta feria: Mariano Jiménez, Alfonso Romero y El Cid... A estos, permítanme, les admiro y les respeto más, pues sus éxitos fueron en Madrid y contando con poquísimos favores. Ellos son la base real de la Feria, sin que exista prejuicio para con todos los demás.
Si algo es digno de mención, procuraremos contárselo a nuestros lectores, al tiempo que supondrá un “despertar” para los malos tiempos que corren en la ilusión de los aficionados auténticos. Confiamos, como decíamos en estos esforzados toreros, que para mantener su vocación tienen que sufrir tantas esperas. Por ellos, fundamentalmente, va nuestro brindis y nuestra esperanza: ¡suerte TOREROS!.