Le tenemos cada día en la televisión y disfruta como un enano. Un protagonismo excesivo para el peso que tiene en la política española. Pero es líder, -cuestionado, pero líder todavía- de una Izquierda Unida que lo está -unida- en base a que disfrutan de poder más que si lo hubieran ganado. No pueden tener mas por menos. Todo gracias a la debilidad de un gobierno que necesita apoyos a cualquier precio para ejercer.
Y siempre es curioso verle pronunciarse sobre temas que afectan a la democracia. No es que de risa, que la da, es que da pena. Que el anterior gobierno español tenía mayoría absoluta, él iba y decía que no era un gobierno legítimo por no hacer exactamente lo que él quería o prefería. Que el gobierno actual tiene que sostenerse, legítimamente, con grupos minoritarios y radicales e independentistas, como eso le va bien a él, pues no hay gobierno más legítimo; salió de las urnas. El otro, el anterior, debió de salir, para él, no de las urnas sino de una decisión del Vaticano, de esa Iglesia opresora que todo lo manipula y que no acepta el matrimonio gay y el aborto. Por ejemplo, pues su mente podría descifrar otros motivos que a los demás no se nos alcanzan.
Ahora, llegan en Estados Unidos y muchos millones de personas, -muchas más que las que a él le votarán en toda su vida política, aunque sumáramos todas las convocatorias de toda su carrera, más las del colegio y la universidad y las familiares y además le añadiéramos las de su colega Pérez “Carod”-, democráticamente dan su voto a Bush, que a él no le gusta y a otras muchas personas tampoco y dice que se equivoca el pueblo americano. ¡Joder! con las equivocaciones, ¿y cuando le votan a él o a los que le gustan, no se equivocan?. No es de extrañar. Este personaje no es demócrata, es solo uno que se beneficia de la democracia para decir lo que quiere, tener sillón en el Congreso y comer a costa de los impuestos de los demás. Se lo permite esa misma democracia que a él le da salpullido cuando le es contraria.
El pueblo americano no necesita personajillos de estos para saber lo que es la democracia. Es más, pueden dar lecciones de vivir con ella y para ella. A Gaspar, que tiene nombre de rey mago, no le gustan ni los reyes ni los magos. A él no le gusta tampoco la magia, la ilusión de la gente, solo su rutinario progresismo de a tanto el cuarto de kilo. Las ideas que vende no se compran ya en ningún lado y ahí esta Putin que debería ser su icono, hasta ahora, diciendo: “La victoria de Bush es una buena noticia para el mundo” y “El pueblo estadounidense no se ha dejado intimidar por los terroristas”, asegura el presidente ruso.
Nosotros no decimos que estemos contentos con la elección de los Estados Unidos, simplemente la respetamos. Esa es la democracia. Denigrarla cuando no sale lo que tú deseas, no es sinónimo de demócrata, sino de totalitario. Le gusta más, eso sí, la “elección” de Castro en su isla cubana. Único rastro que queda del paraíso prometido que él defiende. No toca en España estar a favor de Bush ni de los estadounidenses. No toca, pero habrá que aceptarlo si así lo decidió el pueblo, esa entelequia que a él y a sus socios tanto les gusta pronunciar cuando de ir a favor de sus propuestas se trata. Si no son esas las coincidencias, entonces el pueblo es el que ha perdido. ¿Perdido el qué? ¿Qué se pierde cuando se vota lo contrario de lo que él defiende?.
Lo que si sabemos es lo que se pierde cuando se hacen pronunciamientos como ese, se pierde la vergüenza. Los intereses de determinados medios y partidos no se han visto cumplidos. Conclusión: la democracia, el pueblo, salen perdiendo. Y se quedan tan anchos. Esa es la democracia, según Llamazares.
