Cerrábamos el artículo anterior prometiendo una descripción de la situación taurina de Gipuzkoa con la intención de poder enmarcar todo en un mismo cuadro. Los acontecimientos sucedidos en este verano son piezas suficientes para comprobar el posicionamiento de la provincia frente a la fiesta de los toros.
Fue en el mes de junio cuando el equipo de gobierno de Zestoa decidió sacar a referéndum la celebración de su feria taurina. El sí a los toros se impuso sobre el no con un porcentaje de 64 contra 36. La noticia causó revuelo en los medios locales y foráneos ya que la localidad se encuentra gobernada por Bildu, coalición política tendente al antitaurinismo. Bildu se la tuvo que envainar en esta ocasión. No obstante, Bildu sacó algo en claro de la experiencia: para casos como éste, y en próximas ocasiones, mejor no meterse en berenjenales. Sin embargo, las cosas no terminaron en Zestoa. Terminando julio llegó la feria de Azpeitia, pueblo cercano a Zestoa, y con gran afición taurina. La confección de la feria de este año había tenido sus más y sus menos. Es tradicional que se celebren en ella tres festejos pero que este año estaba en manos del ayuntamiento, también de Bildu, el que no quedara reducida a dos. En Azpeitia no se andan con txikitas en cuanto a los toros y el ayuntamiento entendió que en un desliz en este sentido podría tener un peso garrafal en su imagen. La feria terminó dándose con los tres encierros tradicionales y con los miembros del equipo de Bildu presidiendo las corridas. La tercera noticia estaba entonces por llegar. Surgiría con la feria de San Roke, celebrada en la localidad costera de Deba y fundamentada en los encierros y las posteriores novilladas, tres en concreto. En este caso el tercer festejo corría también peligro ya que el presupuesto municipal para fiestas no lo contemplaba. Surge entonces de nuevo la movilización ciudadana por la fiesta. Los miembros de la peña Debatarrak (los de Deba), se hicieron cargo de esa tercera novillada: aportaron las cuotas de los socios, pusieron dinero de su bolsillo, consiguieron de los hosteleros una participación de 200 € por bar, organizaron rifas en las que se acabaron los boletos y abrieron una cuenta corriente para que aquellos ciudadanos que lo desearán pudieran hacer su aportación; la tercera novillada se dio con lleno total.
La afición donostiarra también ha tenido ocasiones para dejarse oír. Así, la plataforma para la defensa de los toros en San Sebastián ha pasado las ferias recogiendo firmas para la conservación del espectáculo. La Plataforma ha presentado, además, un estudio sobre el impacto económico que los toros tienen en la ciudad. Dicho estudio ha caído en el saco del olvido hasta el punto de que cuando los grupos municipales se han opuesto a los planes del alcalde para con la fiesta, el PNV ha condicionado su respuesta a la realización de un estudio de impacto económico, haciendo caso omiso del ya existente. No es de extrañar. La difusión del citado estudio se hizo solamente en los medios que podrían considerarse ‘cercanos a la empresa’ que gestiona el coso. Para más INRI, en el periódico local de mayor tirada, el estudio fue presentado con autoría de ANOET (Asociación Nacional de Organizadores de Espectáculos Taurinos), lo que le hace perder veracidad. Poniéndonos escrupulosos, cosa que en este momento resulta imprescindible, los datos que aporta el estudio carecen de interés en la mayoría de los casos, siendo inverosímiles en otros. Al estudio le ha faltado seriedad. La falta de objetividad del estudio aumenta cuando se observa la gran similitud que existe entre el diseño artístico del cartel de este año y toda la cartelería con que se publicita la Plataforma para la Defensa de los Toros en San Sebastián, Toros en Donosti, Sí. En este caso, como en el de la ya olvidada Plataforma para la Defensa de la Fiesta que se hizo por el caso Barcelona, conviene plantearse la conveniencia de la participación de profesionales del toreo en la misma. La defensa debe ser popular y por tanto cultural, nunca empresarial ni relacionada con partes interesadas económicamente.
Todos estos acontecimientos han sucedido en la provincia de Gipuzkoa desde el mes de junio. Acontecimientos que ponen luz sobre el cuestionamiento de la afición gipuzkoana a los toros. Acontecimientos, por tanto, que estaban teniendo lugar casi en el mismo momento en que el alcalde de San Sebastián se mostraba públicamente contrario a los toros y hacía público que entre sus planes para la plaza de la capital no estaba el dar festejos taurinos. Después de lo sucedido en Zestoa en junio, tampoco está en sus planes someter el asunto a votación popular.
En la actualidad el tema taurino permanece candente en el debate social. Sobre todo porque el verano trae falta de noticias y cualquier eventualidad que altere el ritmo callado del momento es bienvenida en los medios. Sin embargo todo parece indicar que la llegada del otoño nos sacará del debate. El mismo alcalde que una vez terminada la feria de Semana Grande no perdió tiempo en declarar que no piensa contratar ninguna empresa para gestionar el coso el año que viene, elude ahora el tema cuando los concejales le preguntan y contesta que para la siguiente feria falta todavía mucho tiempo; un tiempo que sin duda jugará en su favor si no se hace algo rápido.
La prensa local y autonómica sigue tocando a muerto por la fiesta donostiarra. Aunque el enfoque que utilizan está totalmente viciado, llegados a este momento y con el otoño ya encima, casi es mejor que le sigan sacando esquelas a que la olviden por completo. El otoño va a ser duro en lo económico y en lo político. El torbellino de acontecimientos terminará haciéndonos olvidar el asunto. En el momento en que eso pase, estamos perdidos. Pero no mientras tanto.