Han pasado un par de días, mínimo necesario para saber si es cierto lo que vieron nuestros ojos y captaron nuestros sentidos. Hoy sabemos que no es mentira, las mentiras fueron antes y después también serán, ya lo verán.
Mentira se escribe con M y nada tiene que ver con Diego Urdiales, ese torero riojano que, como el vino de su tierra, según pasan los años tiene más color y sabor. La Rioja en su añada de 1975, podemos afirmarlo, dio muy buena cosecha. Al menos en lo taurino no hay ninguna duda de que así fue.
Diego Urdiales es en este momento DIEGO VERDAD
El pasado domingo sucedió en Bilbao y en esa fecha me reconcilié con mi afición al arte del toreo, al toro, al valor y a cuanto representa el enfrentamiento sincero entre un toro y un torero. Cierto es que hay simulacros todos los días, pero no dejan de ser simulacros, que de tan mentiras como son te hacen perder la afición. Sustentar aquello que amas en una mentira, en un burdo simulacro, te lleva inexorablemente al divorcio.
Ese divorcio que cada día se acerca al aficionado, invitándole a desistir, a abandonar el seguimiento de una fiesta maltrecha por culpa de la endogamia de unos cuantos mercaderes que han hecho de ella pura vanidad, llena de banalidad y sustentada únicamente en una representación edulcorada, que interesa ya a muy pocos y que hace huir a quienes añoran lo que antaño fue, cuando profesaron su fe.
Diego se escribe con la P de PUREZA. No se puede ser más puro en la interpretación del rito. No se puede llegar más lejos en la pureza de cada una de las suertes que ejecuta y que las intenta sin una sola concesión, sin una sola ventaja. Una pureza virginal de tan virgen como la presenta; siempre nueva cada vez que se pone delante del toro, pero del Toro en su integridad. La pureza no es ponerse, aquí o allá, la pureza es estar allá donde el contrincante tenga también sus oportunidades de ganar. No hay rival para Diego en esa exposición; a lo más que podría llegar compañero alguno es a igualar, ya que es imposible superarle. Pureza en su máxima expresión.
Urdiales se escribe con V de VERDAD. No hay de otra en su forma de hacer, en su forma de sentirse torero y ejecutar el toreo, Toreo que ha de decirse, y escribirse, cuando lo hace él, con mayúsculas. Se respira, se embriaga, se emborracha uno del todo siendo testigo de su Verdad. Sus piernas representan las columnas que sustentan la autenticidad en el toreo y sus muñecas manejan los pinceles para pintar el toreo bello. De ahí esa sucesión de calificativos que han servido a tantos, a todos, para poder contar lo visto en Bilbao. Y es, era y será, tan fácil.
Tras de verle a él, de Verdad y con la Verdad, qué figura puede interesarnos. La mayoría de la crítica taurina volverá al redil donde se adula cada día a las figuras, pero nosotros no podremos sustraernos a reclamar, a exigir, que se toree con la misma Verdad y ante Toros como lo hemos visto con Urdiales en Bilbao. Es nuestra responsabilidad el hacerlo, pero también merecerán otro calificativo los que lo dejen de hacer.
Y debe ser así de puro y así de verdad, para que mi nieto de diez años, que solo había visto una corrida hace seis o siete, y que ha presenciado junto a mi las retransmisiones de los últimos cuatro festejos de Bilbao, -Padilla, El Juli, Talavante, Ponce, Luque, Fortes, Perera, Fandiño, Castaño y Bolívar-, haya grabado a fuego solo su nombre y el de los toros de Victorino. ¿Cabe más pureza y más verdad en los ojos y sentidos de un niño? Diego Urdiales le ha subvencionado mucho más que el 50% de una entrada, le ha proporcionado el 100% de la autenticidad del toreo. Y eso no lo va a olvidar.
Si en tiempos hubo otro Diego, Diego Puerta, al que llamaron Diego Valor, a este riojano habrá que llamarle DIEGO VERDAD.