En muchas ocasiones y en todas las actividades de la vida cotidiana, el periodista se utiliza como instrumento para viabilizar y conciliar situaciones difíciles; sin embargo en el tema taurino pareciera que el comunicador sirviera única y exclusivamente para eso, para informar o comunicar sin tener la posibilidad de opinar o criticar porque enseguida se dejan venir las recriminaciones.
En España por ejemplo, el periodista tiene toda la potestad desde su concepto para exaltar y enaltecer la realidad vivida o por el contrario para criticar los diferentes tópicos de la fiesta sin ser presa del veto o discriminación por su atinado o a veces porque no también, desatinado comentario.
No imagino que habría sido de la fiesta en Colombia con críticos y editorialistas como el abogado, aficionado práctico y ganadero español Alfonso Navalón (q.e.p.d.) con sus comentarios ácidos, polémicos, directos y mordaces, encumbrando la labor de toreros, ganaderos y empresarios cuando lo merecían y censurando o reprobando con dureza cuando las falencias aparecían.
Da grima ver que en la difícil contemporaneidad taurina que se vive en el mundo, los sectores de la fiesta, unos u otros, mejor generalicemos, se tengan ciertos privilegios con algunos medios para entregar la información que debiese ser publicada por todos.
Ojo y hablo de información más no de artículos críticos que cuando son favorables para los protagonistas hay silencio sin ser valorados ni ponderados pero cuando se proyectan y sugieren temas en los que conceptualmente no se coincide, ahí si vienen las reprimendas, reproches y amonestaciones.
Las políticas de exclusividad no son sanas y generan inconformidad. Si bien es cierto la actividad taurina se ve con óptica propia y subjetiva, también es cierto que se le debe apuntar a la pluralidad y maneras democráticas como herramientas para desvirtuar ataques y teorías pueriles de los agresores.