Llegó a México Miguel Ángel Perera y se presentó el pasado 24 de octubre en la prestigiosa plaza Nuevo Progreso de Guadalajara.
Llegó y todo hace ver que a disgusto, porque mostró de inmediato un comportamiento majadero... ofensivo para la prensa local. Mientras que toda la tarde, asumió una actitud de desprecio, de suma indiferencia para un hecho tan importante en su carrera taurina, como el presentarse como matador de toros en México.
El señor Perera no tuvo la suficiente inteligencia para recordar que el público... todos los públicos, merecen respeto y atención; y que los dos momentos fundamentales en los que puede estar en contacto directo con el respetable son: cuando está en el redondel y, por supuesto, a través de los medios de comunicación.
¡No!... no lo entendió, y su arrogancia lo llevó a no darle importancia a su presentación... a minimizar el hecho. Pudo haber trazado dos faenas plenas de grandeza, pero su absurda soberbia lo nubló y se lo impidió.
Tan fue así, que no se dio cuenta de la encastada bravura de su primer ejemplar de Real de Saltillo, y se llevó fortísimo arropón, del que por fortuna, y lo escribo con honestidad, salió ileso.
Miguel Ángel Perera, no estuvo a la altura no sólo del público de México, representado cabalmente por el exigente y enterado público de Guadalajara, sino tampoco estuvo a la altura del invaluable apoyo que le ha dado el importante serial El Presente del Porvenir, que lo llevó con gran dignidad hasta su alternativa; y que como premio lo trajo a México para comenzar a construir una carrera promisoria.
Una condición del ser humano... es, sin lugar a dudas, respetarse a sí mismo para respetar a los demás; y el señor Perera con su comportamiento, con sus ademanes, con sus gestos... ¡majaderos!, ofensivos y prepotentes... nunca respeto a su entorno, haciendo notar con estas acciones, que el público de México no le merece respeto.
Será muy difícil cambiar la pésima imagen que ha dejado Miguel Ángel Perera tras su presentación en la plaza que actualmente detenta el mayor prestigio en nuestro país, no porque no existan elementos suficientes para hacerlo, sino porque se advierte en la forma de ser del señor Perera que esa... esa, no es su intención.
Señor Perera: ¡Qué majadero es usted!