España siempre ha sido país de chistosos. Desde Lepe a Gerona, no hay rincón que no haga chistes. Unos con más gracia y otros con menos, forman parte de la costumbre popular. Ahora, más que nunca, en lo que se refiere al tema nuestro de los toros, de la Fiesta, -en lo demás, también- se prodigan en exceso. Lo peor, que lo hacen gentes sin gracia. Si fuera, por ejemplo, Chiquito de la Calzada el que los hiciera, tendríamos ocasión de reír. Con los que lo hacen, que también tienen su alias, no hay forma de reír, más bien de echarse a temblar.
Ayer, sin ir más lejos, nos contaron uno. Sin pizca de gracia, pero con su buena parte de ofensa, de humillación, de la que muchos chistes hacen gala. No tendría casi ninguna importancia, si no hubiera ocupado parte de la información diaria de este País. Ninguna, por supuesto, si se hubiera contado en una taberna o en una tertulia de amigos; pero no, lo fue en la sede donde reside la soberanía nacional. Un sitio, donde los chistes deberían estar prohibidos. El hecho de respetar la opinión de las minorías, no es obstáculo para evitar que se convierta en un chistódromo el Parlamento.
De tanto dar capotillo a las minorías, de todo tipo, se van cercenando derechos y opiniones de mayorías. Ese, en sustancia, es el chiste mayor. Pretender desde dos grupos políticos, que representan legítimamente a unos cuantos y de ellos unos que no quieren ser ni españoles, que digan cómo y cuándo se pueden televisar festejos que representan la Fiesta Nacional, es un chiste que tiene muy poca gracia.
La Fiesta Nacional, a la que se adhieren otros cuantos países hispanos -no solo latinos, sino hispanos- que la adoptaron; incluso, en la Europa de la Unión, se ha adoptado también, no es ni puede ser causa de persecución y mucho menos de chiste o de chisme, tal es como la tratan hoy algunos. Respetable es una bandera, una democracia, un gobierno, pero las costumbres, raíces y cultura de un pueblo, lo son también. Es más, con más sentido lo son. Las ha mantenido el pueblo, -ese, al que dicen representar esos políticos- y lo que el pueblo mantiene, termina por ser patrimonio de todos.
A nadie se nos ocurriría, por poner un ejemplo, zaherir o reírnos de la barretina por muy minoritaria -bastante mas en minoría que la Fiesta de los toros- que es esa prenda que sirve para cubrir las cabezas de una parte de la ciudadanía catalana. Forma parte de sus raíces y costumbre tradicionales y nadie piensa si es fea o bonita o si estéticamente quedan de antiguos como un cuadro de Goya. Se respeta y en paz. Qué palabra esa del respeto. Para muchos, de usar y tirar.
Las cadenas podrán seguir retransmitiendo corridas en sus horarios habituales. ¡Menos mal! que otros políticos no han permitido las puntillas afiladas que llevaban para mandarla al desolladero por todos los medios a su alcance, que no son pocos. Pero obligan por Ley a que se anuncie que esa retransmisión no es aconsejable para menores de trece años. Vamos que han reducido el chiste, que era muy largo, y solo le dejan la supuesta risa final. La risa nos da a cualquiera, pues que sepamos en la rejilla de programación de las televisiones, hay motivos más que sobrados para que ese anuncio no pare de salir en todo el día.
Desde el vocabulario más soez a las imágenes más escandalosas no les llena de rubor a los políticos chistosos. Violencia en imágenes de noticieros, no es que salgan, es que no hay otras. En retrasmisiones deportivas, no es difícil encontrarse con un apaleamiento a un guarda jurado o a un árbitro, por no decir otras cosas más. Además, por si fuera poco, es, según ellos, edificante promover las imágenes de besos y otras caricias entre personas del mismo ¿sexo?, ¿se dice género, tal vez? que no van a perturbar a nuestros chicos de ocho o diez años. Eso como es amor no es violencia, deben pensar. Los del chiste, lo que les gusta prohibir son los toros. Declararse antitaurinos, prohibir la retransmisión de festejos, es una forma de impedir que pueda continuar germinando la afición en nuestros hijos. Una España, o lo que quede, hecha a imagen y semejanza de ellos. Menudo tostón.
De momento se ha parado, con reparos, este bajonazo. Preparémonos para seguir recibiendo puyazos. Estos, con las facilidades que tienen incluso en el Parlamento, cualquier día persiguen a los que asisten a las corridas de toros. Seremos peligrosos para el mantenimiento de su propio, anhelado e impuesto régimen. Sin toros vivirían mejor y sin los que amamos la Fiesta, mejor todavía. No les vamos a dar ese gustazo. Estamos para defender y opinar de la Fiesta que heredamos de nuestros antepasados. Nosotros no renunciamos a la herencia y las raíces de nuestros mayores.
Desgraciadamente, no era un chiste. A esta gente, sin gracia, no les gusta hacer reír ni los toros, pero sí hacer faenas.