La moda, desde hace algunos años, es rendirle culto al cuerpo y, mediante este rito, algunos, los más vivos, se están enriqueciendo a costa de la ignorancia de muchas personas, las cuales, alguien les ha dicho que hay que ponerse guapos. Es la moda y, contra la cual, pocos se atreven a combatir.
Los gimnasios se están haciendo de oro a costa de la ignominia de unos seres que, creyéndose lo que dicen los anuncios, quieren ponerse guapos para agradar, nadie sabe a quien. Las carreteras las tenemos pobladas de gentes corriendo de forma desesperada como si llevaran a la guardia civil tras ellos. Los que venden máquinas con rayos ultravioletas están haciendo el agosto porque, la gran mayoría de las mujeres, quieren estar morenas hasta en el mes de enero y, eso, tiene un coste, claro, de forma concreta, las máquinas a que aludo; luego, eso sí, esas máquinas, no sirven para nada y, muchas mujeres, han tirado a la basura semejante artilugio pero, los comerciantes del producto, ya han hecho su negocio. Y, por supuesto, no hablemos de las operaciones de belleza estética que, hasta el género masculino ha entrado al trapo de dicha cuestión. El negocio, para este tipo de clínicas, es de cientos de millones cada año; poco importa que, algunos se mueran tras ser intervenidos porque, en definitiva, lo que importa es que los demás nos vean guapos.
Es curioso que, en los tiempos que corremos, mientras ocho millones de personas en España – lo dicen los datos estadísticos del propio Gobierno- pasen hambre y miserias, los negocios más rentables sean los que están relacionados con el ocio y la estética, lo cual quiere decir que, algo grave está pasando en España. Fijémonos que, puede darse el caso que, una persona que tenga un despacho de pan se muera de hambre, valga la metáfora y, mientras tanto, el que vende productos dietéticos, se está forrando por aquello de la publicidad que, un día sí y otro también, estamos viendo en las televisiones. Queda claro que, estamos viviendo una época nefasta en la cual, unas corrientes monstruosas nos están arrastrando hasta el precipicio de la incoherencia y la ilógica.
He visto a personas que, careciendo de lo elemental y sólo con el sustento de su jornal mensual, se han hipotecado para hacerse una operación de cirugía estética. Esto, queramos o no, es el primer sinónimo de la locura. Es algo así como si quisiéramos, de la noche a la mañana, a los gordos, dejarlos como figurines de escena. Cada persona es como es y, cambiar una anatomía, además de un sacrilegio, es una temeridad que, como digo, en muchas ocasiones, se paga muy caro.
Otra moda son los regímenes. Y, lo más triste de todo es que, hasta los más jóvenes han caído en esas redes, en esa trampa mortal, como es la de tener una figura bonita, hasta ahora, algo propio y deseado por cualquier mujer; aunque ahora, la rivalidad, al respecto, está entre hombres y mujeres. Ya podemos ver a muchachos con poco más de veinte años acudiendo a centros de masajes, haciendo regímenes y a pasar por mil calvarios para el ser humano, todo, para que les vean bonitos. Todo el “mundo” quiere tener peso mosca y, por estas razones que he expuesto, al final, desembocamos en las depresiones, en las anemias y, lo que es más grave, en las anorexias que, como sabemos, conducen a la tumba a miles de personas; pero alguien nos dijo que teníamos que estar guapos y, claro, no podemos llevarles la contraria.
Vivimos, muy a pesar de todos, una vida equivocada; le damos prioridad a las estupideces y, muchas de esas gentes que se gastan el dinero en cremas, en productos dietéticos, a la hora de la verdad, tienen que comprar los libros de sus hijos a crédito, es decir, rogando que se los fíen. Seguimos acudiendo a los gimnasios y, muchas veces, no pagamos la factura de la reparación de la lavadora. Así, mil situaciones más que, en definitiva, para la gente normal, lo único que ocurre es que sientan vergüenza de pertenecer a una comunidad absurda cuando, como se sabe, sólo los extranjeros que viven junto a nosotros son capaces de, con sus acciones, recordarnos nuestro presente. El que quiera, me puede entender.