Tras la muerte, pasar a la inmortalidad por el quehacer que has tenido en la vida, ello, es privilegio de unos pocos mortales entre los cuales, obviamente, se encuentra el inolvidable Joaquín Vidal, el hombre que, además de regalarnos su ciencia, sus letras, su cultura y su sabiduría tan extensa, para quien suscribe, tuvo la dicha de contar con su cariño, hasta el punto de que, el destino quiso que fuera yo la última persona que le entrevistara públicamente y, en nuestra sección de entrevistas, MANO A MANO, aparece, como documento importantísimo, aquellas declaraciones que el maestro me hiciera en las que, como siempre, vertió su sabiduría y su talento, a favor de quien les escribe.
Convengamos que, un hombre de la talla de Joaquín Vidal, aunque se haya marchado del mundo de los vivos, no puede morir jamás y, de ello, nos encargaremos nosotros los que fuimos sus amigos. Su obra está ahí, en las hemerotecas del diario El País, así como en un libro admirable que editaron en el que, por supuesto, reprodujeron las mejores de sus crónicas. Sin embargo, nosotros, queremos reverdecer su obra y, como dijera nuestro director, Antolín Castro, ir publicando, de forma periódica, toda su narrativa para que, de este modo y a través de este medio, su inmortalidad, sea un hecho consumado.
Respecto a mi persona, me cabe el honor de ser uno de los pocos a los que, el señor Joaquín Vidal, obsequiaba con sus legados escritos y, sobre mi mesa, se amontonan cientos de sus crónicas que, como explico, les iremos dando frescura para, de este modo, como se presupone, su inmortalidad sea un hecho permanente. La prosa de Vidal, tanto en su faceta como cronista taurino como en sus narraciones al margen de los toros, era siempre un compendio de bien decir y, ante todo, de mejor hacer; las pruebas, por tanto, lo serán en todos los trabajos que, como antes decía, publicaremos de forma periódica, algo que, el maestro, allí donde se encuentre, seguro que nos contempla con agrado y orgullo.
Me temo que, el señor Vidal, alcanzó toda la gloria posible en su faceta como cronista taurino; y enfatizo en la definición de CRONISTA porque, era así como a él le gustaba que le calificáramos. Pero, de forma particular, donde yo gozaba de verdad a este literato que hacía crónicas de toros, era justamente en eso: en sus ensayos al margen de la fiesta taurina en donde, a diario, Joaquín Vidal afloraba su sentido del humor, su belleza literaria y, por encima de todo, en su más estricta verdad que, si en los toros la repartía por doquier, al margen de los mismos, obviamente, era la constante de su vida.
Confieso que, me fascinaba su sentido por las causas justas, máxime, cuando el enjuiciado, era presa del terror con el que, los taurinos, suelen obsequiar al débil. Por todo ello, Joaquín Vidal, siempre se aliaba con el que más lo necesitaba; pero siempre, partiendo de la base de que, el artista, era tal. Como era preceptivo, al maestro Vidal no le importaba la fortuna de nadie; ni tampoco las miserias, sólo vivía en la constante búsqueda de un mundo más justo y, como explico, la justicia la buscaba para todos los que, con su arte, se hacían acreedores de la misma y, el taurinismo, tantas veces les negaba.
Me quedo, respecto a este maestro de la vida, con su cultura; con esa fuente de saber inagotable que, a diario, con su fina ironía, con su socarrado humor y con ese talento que Dios le dio para caminar por la vida, en los toros y fuera de los mismos, conversar, a modo de metáforas, con los más grandes literatos que en el mundo han sido; todos eran conocidos por Joaquín Vidal, no obstante, su biblioteca, tan extensa como su corazón, prendieron en su mente las obras más bellas de la literatura universal y, a modo de compases, Vidal, nos las desgranaba, tantos en distintos pasajes de sus crónicas, como en sus ensayos al margen de los toros.
Ahora, nosotros, los que fuimos sus amigos, nos sentimos orgullosos de plasmar y reverdecer toda la que resultó ser su bella literatura que, si en su día emocionaba por la viveza de su actualidad, ahora, con toda seguridad, la misma, servirá de lección para generaciones venideras que, en los toros y fuera de los mismos, al encontrarle, tendrán la certeza de haberse encontrado con un literato excepcional.