Cada temporada que termina deja resultados y balances tanto positivos como negativos para ganaderos, toreros y por qué no también para espectadores.
Finalizan oficialmente las ferias europeas (España y Francia) y con ellas hechos sobresalientes de triunfos y fracasos.
Devolviendo la película, recordamos hechos dolorosos como los percances sufridos por el apoderado del compatriota Luis Bolívar, Juan Carlos Carreño, a principios de temporada, las delicadas cornadas a subalternos y diestros que de verdad se juegan la vida ante ejemplares de poca garantía pero que se obligan a matarlos, buscando un listón más alto para encajar en carteles de importancia.
La impresionante cornada a Juan José Padilla en Zaragoza, hecho lamentable que conmocionó al mundo taurino y no taurino, demuestra que al igual que en la vida cotidiana, existen la opulencia y la indigencia, las desigualdades sociales se mantienen. Todos quieren ayudar pero la situación no cambia; el pobre sigue siendo pobre y el rico cada vez es más rico y sus arcas continúan llenándose. Es apenas un símil para significar que quienes ponen toda la carne en el asador, son los toreros de tabla media hacia abajo con corridas durísimas que no las lidian sino ellos. Lógicamente existen excepciones.
¿Cuándo se escucha decir que una de las figuras que encabezan estadísticas, enfrente astados de hierros de ganaderías de las llamadas duras? La verdad nunca. Además están en su derecho. Lo que llama la atención es que éstas mismas figuras, pasaportan casi que a diario ejemplares descomunales en peso, trapío y presencia, eso sí, de casas ganaderas reconocidas que dan la suficiente garantía para el triunfo. Y llegan a América y en concreto a Colombia a exigir fechas, compañeros, dinero y ganado que no reúne las características de los lidiados en España, teniendo en cuenta lo tropical de nuestras tierras que produce un toro morfológicamente más chico y de menos arboladura.
Hay que ver a los apoderados discutiendo en los corrales de las plazas de toros nacionales por el fenotipo, la morfología, la reata, las hechuras y las posibles bondades de los toros que ven en los corrales. Hay que ver las pegas que ponen, rechazando ejemplares, si no son de su gusto. ¿Luego no los han reseñado sus veedores con anterioridad en las dehesas?
El Juli toreando despegadito en la pasada feria de Cali
Ya está bueno de tanta condescendencia y tanta postura fácil para las figuras que son contratadas en nuestro país. ¿No vienen luego de matar corridas de toros con 600 kilos y cabezas descomunales, para llegar aquí a lidiar el de 480 kilos con pitones muy recogidos y salir con todas las precauciones del caso tal como sucedió en la feria de Cali del año pasado con “El Juli” que toreó a metros los ejemplares de Ernesto González Caicedo?
Respetamos y valoramos lo que hace “El Juli” cada tarde en España cortando las orejas por doquier con cada pedazo de toro, construyendo faenas de enorme calidad artística. ¿Por qué no se juega igual aquí?
La baraja de toreros para las ferias y temporadas de nuestro país es amplia y los aficionados esperamos la justificación de su contratación, máxime cuando sus honorarios son tan altos y sus determinantes exigencias, evalúan que efectivamente son auténticas figuras del toreo.