He tenido que transcribir, como documento informático, el tema de debate para "División de Opiniones" en el que, Alfonso Navalón, nos ha obsequiado a esta jovencísima Web, a la que conocemos como www.opinionytoros.com y, me he quedado prendado. Se necesitan muchas agallas y, mucho más en su caso, en que, hastiado de tantas cosas de la vida, Navalón, sigue rompiendo lanzas a favor de la verdad y, ante todo, en aras y beneficio del gran indefenso como es el aficionado que, además de pagar, sufre todas las debacles de la fiesta.
Le sugerimos al maestro unas líneas en torno al debate que, periódicamente llevamos a cabo en torno a distintos temas de la fiesta y, Navalón, ante nuestro ruego, no dudó un instante en ponerse frente a su “Léxicon 80” y, plasmar todo lo que mañana podrán ver ustedes; un documento único por su denuncia y, a su vez, revelador como la vida misma para que, el aficionado, el gran protagonista de la fiesta, sepa quiénes son los que informan; cómo lo hacen y de qué manera burlan a la ley, a la ética, a la honradez y, como aval personal, sólo les importa el dinero. Lo dice Navalón y, le creemos por completo. Con toda seguridad, sus argumentos, denotan su rigor; sus denuncias, la podredumbre de un gran sector de la crítica y, con nombres y apellidos, enumera a todos los santones de la crítica que, haciéndose pasar como tales, se llevan el dinero a espuertas, aún a sabiendas de que, la procedencia de ese dinero, en demasiadas ocasiones, a los que lo pagan, les cuesta sangre, sudor y lágrimas.
Desde estas páginas, en nombre mío y de todo el equipo, me enorgullece darle las gracias al maestro Navalón porque, como él sabe, nosotros formamos parte de esos “cinco” dedos de una mano de que él hablaba. Algunos, torpemente, pensarán que buscábamos la polémica y, se equivocaron; buscamos, como lo hicimos siempre en todos los foros donde nos hemos pronunciado, el argumento de la verdad y, si la verdad pasa por la denuncia, bien hallada sea. Si en nuestro segundo debate contamos con la presencia de Alfonso Navalón, con ello, nos sentimos dichosos; será, inequívocamente, la señal de nuestra independencia.
Lamentamos, tras leer a Navalón, que muchos de los que dicen ser compañeros, sólo son amigos del dinero fácil y, a su vez, arrancado a muchos hombres que, ilusionados por el triunfo, se han dejado llevar por la mentira y falacia de unos que, desde sus grandes tribunas, les han prometido el oro y el moro cuando, como se sabe, y Navalón lo dijo millones de veces, es el torero el que, él solo, triunfa o fracasa; el cronista, en definitiva, contará solo lo que ha visto, pero nunca arreglará un fracaso o engrandecerá un triunfo. Y, al respecto, algunos inocentes, creyendo que el remedio de sus males está en el soborno a la crítica, pican el anzuelo de mala manera y, les entregan, a los corruptos, un dinero que, como antes decía, a casi todos, les ha costado ríos de sangre.
En definitiva, Alfonso Navalón, una vez más, ha optado por la denuncia; tema escabroso puesto que, se necesitan muchas agallas, toda la información del mundo y, ante todo, un deseo inmenso por que resplandezca la verdad, a sabiendas de que, con su actitud, se granjea la enemistad de muchos de sus compañeros. Queda claro hoy, mañana y siempre que, Navalón, nunca ha sido comparsa de nadie, como demuestran estas líneas con las que nos ha obsequiado, sin lugar a dudas, motivo de orgullo para nosotros que, en nuestros primeros pasos, hemos contado con su presencia, sin lugar a dudas, con el primer compromisario de la verdad.