Ahora viene lo bueno, terminado el tostón de San Isidro, con esas exigencias de la plaza de Madrid, donde se confabulan veterinarios, autoridad y aficionados para hacer la puñeta a los taurinos en general y a los toreros en particular, se puede decir que viene lo bueno. Se da paso a la fiesta buena, la elegida por la gran mayoría.
Esa fiesta consiste en omitir la suerte de varas o solo ver salir caballos y picadores en cada toro para dar testimonio de que han venido, evitar que los toros sean rechazados por los veterinarios amargados que con su amargura quieren amargar a todos y, por supuesto, dejar que los toreros en general, y las figuras en particular, tengan una estancia agradable en cada plaza, sin voces en contra.
Sorteados los compromisos de la exigencia del toro y a salvo de encontrarse con un tendido siete reventador de faenas, podrán desplegar a su antojo el toreo de pico y pierna retrasada, el toreo moderno, sin necesidad de escuchar protesta alguna. Es más, escucharán alegres olés y pasodobles motivadores -para toreros y público-. Para nada habrán de preocuparse de matar arriba, pues con que caiga el toro del espadazo los triunfos estarán cantados.
Los aficionados exigentes se quedarán en Madrid con su amargura y su afición trasnochada. Asimismo, los veterinarios, con menos trabajo, vigilarán que los espadas que se anuncien en Las Ventas no gocen de ninguna ventaja. Y con todo, alejados ya los feriantes y claveleros, se visualizará perfectamente los aficionados que hay en Madrid.
Esta imagen, la del indulto, pasado Madrid, volverá a ser más fácil y actual
Pero volviendo al éxtasis colectivo que se ha de vivir, volverán las orejas y los rabos, en Nimes ha habido varios; volverán las vueltas al ruedo a los toros, en Nimes ha habido varias y los indultos están por llegar, cada día más cerca. Quienes se pregunten por qué en Madrid, tras dos docenas de corridas no se han dado esas cosas y en cualquier villorrio, con un, dos o tres festejos se alcanzan mayores trofeos para los espadas y para los toros, hay que decirles que en Madrid están todos equivocados cuando no locos. Esa es la respuesta natural pues no es posible entender cómo se las gastan para salir siempre enfadados de la plaza.
De ahora en adelante viene lo bueno. Queda atrás la amargura madrileña y todos irán a las plazas a divertirse, público y toreros. En esa misma tónica los informadores taurinos en general se liberarán del yugo que supone Las Ventas para poder cantar debidamente las colosales condiciones que tienen todos los toreros que ocupan los puestos altos del escalafón. Dicen que llegará Pamplona y que por lo menos saldrá el toro, pero ya se han encargado unas cuantas figuras de quitarse de en medio.
Así que comienza la fiesta que les pone a cada uno en su lugar y no el calvario de esa plaza donde ni saben lo que quieren y tampoco saben apreciar la sabiduría y técnica de los figuras del momento. Comienza lo bueno y los aficionados, que se precian de serlo, suelen decir aquello de que lo disfruten pero sin mi presencia. Tras de un mes en Madrid ¿quién se atreve a meterse en plaza de fiesta ajena?