Tras de la noticia de que no va a presentarse a las próximas elecciones, respiramos la mayoría de los españoles y quizá también en medio mundo. La inutilidad vuelve a su redil: la nada.
Lo malo es que en estos siete años, y nos queda uno, ha convertido un país próspero y en paz en uno arruinado y enfrentado nuevamente. Quienes no quieran ver esto, absténgase de seguir leyendo y dedíquense también a la nada, que es una forma zapateril de vivir en las nubes, además de en un mundo de mentiras.
Nunca debió de salir de su pueblo, donde es seguro que conociéndole de cerca no hubiera llegado ni a alcalde. Debe volver a su casa donde la libertad, o quizá sea la anarquía, permite que la primera dama cante en el coro de la ópera y las damitas canten, también cantan, la gallina con su formalidad antisistema. Una forma de antis que es muy posible que genéticamente hayan heredado de su progenitor, quien a todas luces abraza esas formas a la hora de tomar decisiones.
Anti de muchas cosas durante su mandato, levemente decoradas por su vestimenta tradicional conservadora, pero que en la práctica van en la misma dirección que las niñas. Si el sistema, la tradición y cultura de España, es ser católico ha hecho lo posible por debilitarnos la fe a base de ataques de bota gruesa. Si el sistema, lo normal, es ser heteros, pues rienda suelta a favor de los homos. Si el sistema es ser amigo de los países más civilizados y poderosos, él se hace amiguete de Cuba, Bolivia, Marruecos o Venezuela; todo un acierto.
Podemos enumerar sus excentridades de anti en cuantas cosas afectan a los españoles, pero bastarán unas pocas: si el derecho es a trabajar ha conseguido que millones no lo hagan. Ya teníamos a los sindicatos sin hacer nada y con él han hecho menos, ni siquiera oposición. Si nos gustaban los toros, a muchos, su televisión los ha vetado de forma descarada en los siete años de iluminación. Si nuestros soldados son hombres, y mujeres, preparados para la guerra, ha querido desvestirlos para que ejerzan de chicos/as para todo en labores de dudosa eficacia militar. Eso sí, durante su mandato hemos perdido más militares que antes cuando sí eran para las guerras.
Por eso es mejor que se haga realidad eso de Zapatero a tus zapatos. Es bueno que los niños nazcan en lugar de ser abortados; que los toros puedan ser visibles para los españoles; que los trabajadores encuentren trabajo; que los soldados recuperen su esencia y preparación militar; que los católicos puedan ser al menos respetados en sus creencias; que los sindicatos vuelvan a la oposición aunque mejor sería que desaparecieran y nos ahorrarán mucho dinero; que España recupere algo de sus tradiciones occidentales mientras él puede pasearse por esos países amigos… suyos; que el respeto y el peso de nuestro País sea el que nos corresponde en el mundo y no el residual del talante de un iluminado.
Todo ello podrá ser posible si los españoles quieren. No podemos permitirnos ser los primeros en el volumen de paro sin que se nos revuelva el estómago; no podemos navegar en la manipulación constante y en el enfrentamiento entre las dos españas, solo existe una y está en la ruina; renovemos y conservemos nuestras tradiciones y costumbres con orgullo. A mi no me gustan muchas cosas pero las respeto porque forman parte de nuestra historia y tradiciones.
Zapatero a tus zapatos, deja que levantemos España de donde la dejas por ineptitud, incapacidad, inutilidad y muchas dosis de revanchismo. Prácticamente todos estamos sin abuelos, pero no los llevamos pegados en la punta del zapato, por eso no entendemos España dirigida a base de puntapiés. Nos costará lavar tu trayectoria pero en cuanto te dediques a lo tuyo, la nada, y dejes todo lo nuestro, en un rato lo arreglamos.