Comienzan las primeras rampas del Tourmalet. Este puerto mítico del Tour de Francia, pasa por ser el momento más esperado por la afición. El pelotón, completamente estirado, ha realizado perfectamente su trabajo en las estribaciones del puerto. Previamente se ha pasado otro puerto de primera, pero todos saben que ha llegado la hora de la verdad: el Tourmalet es, con mucho, el puerto por excelencia. Toda la caravana sabe que en él han de medirse los ases del pelotón. Prácticamente, el Tour habrá de decidirse en sus duras rampas y la llegada en la cima, marcará, casi seguro, al verdadero triunfador de este año. Los jefes de fila, los favoritos, todos tendrán que dar la cara en el puerto, incluso hasta desfallecer. En otras etapas hay opción para los gregarios, para los modestos; hoy todo es distinto: los ídolos tendrán que dejarse la piel en la carretera. Desde Perico Delgado a Indurain y, más reciente, desde Heras a Escartín; a todos los hemos visto morir en la bicicleta en las épicas cuestas del Tourmalet.
No crean nuestros lectores que nos hemos vuelto locos, equivocado de página, o de crónica. ¡Que va!, en el párrafo anterior queda escrito cuanto debería de suceder en la Feria de San Isidro. Otra cosa es que no suceda, que los que actúan en la misma no tengan la misma vergüenza que tienen los ciclistas aludidos. Y si no vean como sería el párrafo en versión taurina.
Comienzan las primeras corridas de San Isidro. Esta feria mítica de Madrid, pasa por ser el momento más esperado por la afición. El escalafón, al completo, ha realizado el comienzo de temporada antes de San Isidro. Previamente se ha pasado otra feria importante, Sevilla, pero todos saben que ha llegado la hora de la verdad: San Isidro es, con mucho, la feria por excelencia. Todo el taurinismo sabe que en ella han de medirse los primeros espadas del escalafón. Prácticamente, la temporada habrá de decidirse en sus duras tardes y la llegada a la cima, marcará, casi seguro, al verdadero triunfador del año. Los mejores, las figuras, todos tendrán que dar la cara en esta plaza, incluso hasta darán su sangre. En otras plazas hay otras opciones para todos; aquí todo es distinto: las figuras tendrán que dejarse la piel en la arena. Desde El Juli a José Tomás, desde Finito a Jesulín o El Cordobés; todos deberían morir en la mítica plaza de Las Ventas.
Eso es lo que se espera, o debería esperarse de los espadas actuantes. A Madrid habría que ir mentalizado, como al Tourmalet, para allí ganar la carrera, su carrera. Por lo mucho que de ese esfuerzo se ha de obtener, merece la pena vaciarse. Cualquier profesional sabe en dónde debe realizar, incluso hasta sus últimas consecuencias, ese esfuerzo que le ha de otorgar el tratamiento de grande en su especialidad. En los toros no es así. Hartos estamos de ver como por la plaza de Las Ventas pasan como ausentes y aburridos los primeros de ese supuesto escalafón, -al que dan validez los que dicen que eltoroponeacadaunoensusitio- Falso de toda falsedad. ¿Qué toro?, ¿El de qué plaza?, ¿Qué afición?, ¿La de qué plaza?, etc. Sólo los puertos como el Tourmalet legitiman a los campeones. Y si no tuviera esa dureza, no tendría esa importancia. A todos los que allí ganaron o lucharon por ganar, jamás les vi despotricar contra la dureza de esas cuestas. Cuestión de orgullo y hombría. A los que llaman figuras les he visto muchas veces criticar la dureza de Madrid. Bien es verdad, que se lo ponen agüevo los artistas del micrófono y su mediocridad. En ninguna otra profesión se considera grande al que gana torneos menores: sólo en la pantomima en la que han convertido la Fiesta, se puede ser figura sin haber dado una vuelta al ruedo en Madrid. ¿Lo entienden?. Si la respuesta es afirmativa, y lo afirman convencidos, les invito a que se pregunten cuantos Indurain conocen que sin dar la cara en los días importantes del Tour, tuvieron o tienen su tratamiento y veneración. Sólo en los toros es posible tal desvergüenza.
Así de esta guisa, están pasando por Madrid muchos figuras. Con la desvergüenza que supone venir a cumplir un trámite. Trámite que no les afea nadie, o casi. Una afición -bastante rendida este año- que va perdiendo fuerza -enhorabuena palabreros- a través del desencanto y la impotencia que supone luchar contra una más que orquestada organización que domina los medios de difusión más importante, es la única que pone firmes, de vez en cuando, a estos toreros que quieren que Madrid, su plaza, se convierta en una más. Como si fuera posible estirar las cuestas del Tourmalet y convertir el puerto en una etapa llana para que luzcan su palmito. Si no quieren sufrir, ni tan siquiera aparecer en las primeras posiciones en la lucha, justa y digna lucha, por alcanzar la cima, que se queden corriendo clásicas o haciendo bolos por los pueblos. Pero que no mancillen más ni Madrid, ni su plaza. Su orgullo y dignidad, como si lo quieren tirar a la basura; pero subir el puerto de categoría especial, que es y debe ser Madrid, con el pelotón de los torpes, sin ganas y como un trámite más, además de suponer una falta de respeto para quien sale a la carretera para aplaudir y respetar su esfuerzo, es una prueba más de su impotencia y mediocridad.
La Feria sigue, siguen saliendo toros con las orejas a disposición de sus matadores, pero faltan no sólo ganas, sino calidad para cortarlas. La afición, cuanto que ve el mínimo detalle de autenticidad subiendo las cuestas se entrega. Pero rápido y por derecho: es que son muy malos. Tenemos el escalafón que se ha ido conformando en la vulgaridad de los toreros y la ruina de toros que tanto les gusta defender a los voceros del poder, basado en la comodidad de todos los participantes de la caravana taurina, llamada “de feria en feria”. Llena de ciclistas de medio pelo, para pasear y enseñar la bici. Pero cuando llegan las cuestas -este año no están tan empinadas- no dan la talla. Son globeros (aficionados practicantes, sin nivel -sobre todo, sin dignidad- profesional).