Ayer, 5 de octubre, era Adrián Espí Valdés, el que cerraba el ciclo de conferencias taurinas en Alcoy y, la velada, no pudo ser más exitosa. Escuchar al maestro es siempre gratificante y aleccionador. El señor Espí, catedrático de cultura, hombre insigne en todas las ramas de la cultura, los toros, obviamente, no podían pasar desapercibidos para él, de ahí, la disertación a que aludo. Adrián Espí, como él confesara, quiso ser la sonrisa, la fina ironía para cerrar un ciclo donde, previamente, otras personas habían hablado de la problemática que encierra la fiesta por dentro de sus propias raíces. Y, para tal fin, acompasando sus bellas palabras, nos ilustró con una serie de diapositivas sobre la fiesta taurina, pero siempre, rememorando la parte amable y, ante todo, como explico, el lado humorístico buscando, como no podía ser de otro modo, esa sonrisa de complicidad que nos contagiara a todos. El señor Espí Valdés, con sus diapositivas, nos recreó de lo lindo. Tiró de historia, digamos de hemeroteca y, una a una, iba desgranando el significado de las imágenes que nos mostraba y, tuvimos el placer de embelesarnos con grabados, pinturas, grafitos, viñetas y fotografías relacionadas con la fiesta, siempre, buscando, como explico, el lado amable de los toros. Vimos, con gozo para nuestro ser, las incursiones tan hermosas que, artistas de todas las épocas, se adentraron a favor y honor de la fiesta de los toros. Picasso, Dalí, Velázquez, Goya, Botero y otros muchos, fueron los exponentes en cuanto a la obra taurina que el señor Espí nos explicaba. Tampoco faltaron los caricatos, los grafistas y todo tipo de artistas que, al respecto, algo tenían que decir. Ponderar en torno a la ciencia de Adrián Espí Valdés, suele ser tarea baladí. Este hombre, a lo largo de su vida y en todos los foros donde se ha pronunciado, tanto en España como en cualquier país de Europa, ha sido la admiración de cuantos le han escuchado, al margen de ser, el punto de atención de todos sus alumnos que, a diario, suelen extasiarse con su verbo. Adrián, como todos los hombres importantes que en la historia han sido, es un fiel defensor de la fiesta taurina, un conocedor a fondo de la materia y, por encima de todo, un aficionado cabal, como sus hechos demuestran cada día. Alcoy, como no puede ser de otro modo, debe sentirse dichoso de tener a su hijo más ilustre mientras que, desde cualquier punto de Alicante y España toda, nos la pasamos admirándole. Adrián Espí Valdés, como aficionado a los toros, supo encandilarnos en esta ocasión, como lo hiciera en anteriores veces que, siempre, desde su perspectiva honrada, nos ha mostrado su cariño hacia la fiesta y, ante todo, para los que nos consideramos sus admiradores. Convengamos que, al hablar de este hombre, conversamos con un ser impredecible; se puede empezar a conversar de toros con él y, terminar su disertación hablando de Miguel Ángel o de Picasso. Es, claro está, la magia de su ciencia la que, irremediablemente, le lleva hasta los corazones de cuantos le escuchan. Si en Alcoy, en la cultura y la fiesta, Adrián Espí, es el referente, el punto mágico de encuentro entre todas las culturas, en los toros, nos sentimos dichosos de que, un hombre tan cabal viva la fiesta desde muy adentro. |
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