|
|
Pla Ventura |
|
|
España |
[
30/10/2000 ] |
|
La moda, entre el gremio de lo que llaman ejecutivos, es llevar siempre agenda, instrumento recordatorio que, por lo visto, no saben vivir sin él. Cada vez que veo esta imagen, lamentablemente la contemplo a diario, me entran unas ganas de llorar desconsoladas. Es, como adivinamos, la barbarie de una sociedad mecanizada en la que nada sentimos y todo tenemos que recordar. Pero lo grave de esta situación es que, aquello que queremos recordar, nada tiene que ver con el corazón. Todas las citas que la gente anota en la agenda, todas tienen un fondo comercial, una cita con el dinero, un pulso de poder a poder que, como siempre pasa, gana el que más dinero tiene. Yo, lo confieso, me aterra este modismo. En este instante llamas a un personaje y te dice: “ Espera que consulte mi agenda”. Desolador. Y lo banal es que, todas las cosas que se anotan en la agenda, ninguna es importante, aunque ellos, los ejecutivos, piensen que están haciendo obras de caridad. Me pregunto a diario qué clase de sociedad hemos forjado que, para hacer las cosas, nos las tiene que recordar una agenda. Está clarísimo. Nada de lo que tenemos que hacer, ni nos subyuga ni lo amamos, así de sencillo. A este paso, por culpa de la agenda, habremos construido una sociedad mecanizada, plena de robots cuales son los ejecutivos, hombres sin alma que, presos de un desasosiego tremendo, alguien les dijo que en la vida sólo importa el dinero y, a poder ser, si es “robado” mucho mejor. Claro, todo eso hay que recordarlo. A ningún hombre bueno se le podría ocurrir usar agenda. La bondad te la recuerda el corazón. Para la maldad, claro, se necesitan datos, referencias, fechas, horas; todo un plan estratégico que nada tiene que ver con la buena voluntad de las personas. Yo no me imagino a Oscar Wilde consultando su agenda para ver qué cita importante escribía en el día de hoy, ayer para él. Ernest Heminguay jamás anotó nada en sitio alguno que no fuera sus folios de narración. Facundo Cabral sentencia con su frase más bella cuando nos dice que jamás usó agenda, puesto que hace lo que ama y eso, se lo recuerda el corazón. Miles de hombres buenos dirían lo que yo; harían lo que yo. Nada de agendas; todo de corazón. Antonio Gala dijo una vez que, la agenda, libro inútil, en la que se escriben cosas irrelevantes, por tanto, carentes de importancia. Yo le hice caso siempre al maestro Gala. Escribir es algo muy serio como para ensuciar cuartillas diciendo tonterías. Tira esa agenda a la basura, por favor. De este modo comenzarás a vivir, al tiempo que comprenderás que la vida es algo más que una agenda, un mamotreto de papel en que te sirva para recordar aquello que no amas. Y si no lo amas, Dios mío, ¿ por qué lo haces?. Recapacita, hazlo por ti. En vez de agenda en la que se anotan, casi siempre, citas malditas, todas relacionadas con el vil dinero, todo, absolutamente todos, como dijera Wilde, deberíamos llevar nuestro diario “ a bordo” para, de este modo, escribir, a diario, todo lo que nos hiciera vibrar en nuestra alma. Cambiemos la agenda por el diario. Parece lo mismo, pero no se parecen absolutamente en nada. Borremos de la agenda, de nuestra mente, todo aquello superficial y, mientras tanto, escribamos en nuestro diario, nuestra sensacional vida. |
|
|
|