|
|
Pla Ventura |
|
|
España |
[
04/10/2004 ] |
|
|
DE LA DEMANDA A LA LOCURA |
|
Algunos necios o impresentables argumentan, con acciones innobles, la tara que ha supuesto para nuestra ciudad la venida de tantos inmigrantes; pobres ellos que, tienen que soportar las vejaciones de cualquier estúpido que, sin más argumentos que el racismo asqueroso, descalifican a un ser humano por haber nacido allende nuestras fronteras. Y digo todo esto porque, gracias a estas personas que han venido de afuera, la demanda en la construcción y en la vivienda alquilada, está rayando, de la propia demanda, en la locura más incontrolada. Todo se vende, todo se alquila; por tanto, ya nada tiene precio convenido o estipulado. Las cosas valen, sencillamente, aquello que se quiera pagar. Casas en alquiler que no valían nada, ahora se pagan verdaderas fortunas; pisos que se construyen son vendidos en el acto, algunos son comprados para vivir y, la mayoría, para la especulación de los mismos, a sabiendas del precio de los alquileres. Al respecto, vivimos una vorágine desmedida. Tiempo al tiempo. Tendremos que esperar para ver en qué queda tanta “alegría”. En todo esto, los que hacen el “agosto” son las entidades bancarias que, irremediablemente, hacen un negocio suntuoso, todo, gracias a la construcción y, por ende, a la hipotecas; todo está hipotecado; todo es de los bancos y cajas de ahorro y, mientras todo es pasa, las gentes, desparovidamente, trabajan sin descanso para, cada final de mes, poder atender el pago correspondiente. Quiera Dios que no nos falte el trabajo porque, de lo contrario, veríamos escenas dantescas en lo que a los préstamos hipotecarios se refiere. Cierto es que, de no ser así, nadie tendríamos nada; pero me temo que hemos tocado el techo, hemos llegado al límite de lo que entendemos por lógica; es decir, saber hasta donde podemos llegar a la hora del pago; mejor dicho, hemos perdido el norte y, accedemos a los créditos hipotecarios con la misma facilidad que nos comamos un refresco; no somos conscientes de lo que se nos puede venir encima. Convengamos que, la misma ansia o desesperación que todos tenemos por comprar una vivienda, ello es lo que ha motivado que, las constructoras, sabedoras de que todo está vendido de ante mano, eleven el precio hasta lo impensable; constructoras y dueños de solares, todo a la par. Los resultados están por venir y, quiera Dios que todo siga su curso normal porque, de lo contrario, en breve, los especuladores, como ha ocurrido otras veces, estarán comprando pisos por la mitad de su precio y, a su vez, muchos se quedarán en la calle. Me temo que, por lo que ven mis ojos, respecto a la construcción, estamos construyendo, amén de casas, muchos castillos de arena y, éstos, en un abrir y cerrar de ojos, se nos pueden derrumbar. ¿Entiende alguien que, una vivienda se haya triplicado en su precio en el plazo de tres años? ¿De verdad hemos triplicado los sueldos para poder hacer frente a dicha inversión? Esta es la gran pregunta que nadie se atreve a contestar; y no lo hace nadie porque no tiene respuesta. Ilusionados, nos sientan en la mesa notarial y, firmamos hasta la sentencia de “muerte” como tantas veces se ha demostrado. Pero hemos comprado un piso, diría el otro. Es cierto. Pero no es menos cierto que, a veces, ese piso o casa que se comprado con insensatez, al final, va a parar a las manos de un vivo que, contando los millones y riéndose de la ignorancia de muchos, llega a sus manos por la mitad del dinero que en realidad le ha costado al infeliz ilusionado. |
|
|
|