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Antolín Castro  
  España [ 08/08/2010 ]  
ANTÓN PIRULERO

Así se llamaba un juego de mi infancia, con una canción que decía: Antón, Antón Pirulero, cada cual, cada cual, que aprenda su juego y el que no lo aprenda pagará una prenda.


Partitura de la canción y juego 'Antón Pirulero'

A ese juego conviene, es obligado, jugar ahora a todo el mundo taurino. Ya se ha pagado una prenda, muy cara, por no haber jugado ni aprendido los distintos sectores profesionales cómo era el juego. Ahora toca aprender a toda prisa. En esta casa, en OyT, sabemos a qué jugamos desde el inicio y así sabíamos que la Fiesta se tambaleaba, se iba por la cuesta abajo.

Amparados en los elogios fáciles, cuando no comprados, las figuras del toreo se creían que estaban haciendo historia y siendo eso cierto no era la historia que ellos creían. El juego que han de hacer es interesar a los aficionados, dejar el conformismo y la comodidad y enfrentar retos mayores… si es que pueden. Para interesar y llenar plazas hace falta el toro íntegro. Dominar y poder al toro fiero y bravo, dejar de lado el llamado manejable. En cualquier actividad si al rival se le llama manejable es sinónimo de dejarse (otro sinónimo utilizado) manipular o no presentar pelea.

Llega la hora de ser figuras en las plazas donde aparece el toro y no dejarse acartelar si falta éste. Una dura prueba para quienes llevan décadas en la más amplia comodidad. Ese es el juego que hay que hacer para seguir apareciendo como poderosos toreros y no como miembros de un ballet previamente casi ensayado. A eso se ha llegado con el toro que se acostumbra a ver. Ya nadie vende el colchón por ver eso. Y si nadie vende nada es que el artista vende menos todavía.

Décadas viendo como las plazas se van quedando desiertas y ninguna reacción. Bueno una: Los toreros reaccionaron pidiendo ir en un cartel rematado, nada de desconocidos a mi lado. Esas son todas sus gestas, todas sus exigencias: huir del ridículo que supone saber que no llevan nadie a la plaza que no sea la que va por ser el santo patrón.

A los ganaderos les pasa lo mismo. Creen que han dado con la clave, y casi todos van en la misma dirección, apuestan por el mismo tipo de toros, pero esa misma clave es la que viene hundiendo la fiesta. Cómplices de un toreo carente de emoción, riesgo siempre habrá aunque disminuido al tener enemigo colaborador, la única nueva solución en todos estos años ha sido una solución de corte totalmente comercial: vamos a ponerles fundas a los pitones de los toros no sea que se me estropee alguno y no lo pueda lidiar. De esa idea, mala idea digo yo, devienen otros problemas y todos abundan en la dirección contraria que la que se necesita para recuperar la parte del toreo que hace diferente este espectáculo.

Los empresarios han jugado a la solución de corto, salir airosos del compromiso inmediato. Ni una sola aportación que no sea incidir en San Isidro, San Fermín y algunos otros santos que les llevan la gente a la plaza. Anda que exigen -algunos podrían- que las figuras se vean las caras con el toro exigente, el llamado toro-toro. Por cierto, esto (toro-toro) se ha acuñado recientemente para distinguirlo del toro-comercial.

Ninguno ha aprendido su juego y de la comodidad han hecho su profesión, ni una sola cesión a la exigencia profesional, a contribuir al engrandecimiento, en lugar del empobrecimiento, de la Fiesta. También los públicos, amodorrados ellos, tienen su parte de culpa. Les han enseñado a aplaudir y sacar pañuelos desde todos los medios y se han dejado embaucar. Nadie se preocupó de enseñarles a exigir en primer lugar el toro en plenitud y luego la autenticidad de la lidia y el toreo. Son mas culpables los que les han educado, pues ellos saben perfectamente las diferencias, pero también se han plegado al empobrecimiento a través de dar coba a las figuras.

Ganaderos criando el toro que no dice ni mu, empresarios que tampoco dicen ni mu, figuras que no quieren oír nunca ese mu y medios que tampoco dicen ni mu. En una fiesta donde el mu es el vocablo mas asociado al principal protagonista, se ha quedado sin él por el afán de todos para que los públicos no sepan de nada. Basta un ejemplo: cuando en los previos de las retransmisiones preguntan a los que entran a las plazas por algo relacionado con los toros o los toreros, la inmensa mayoría no sabe ni mu. Esos mismos, dentro ya de la plaza, son los que piden las orejas que necesariamente quieren que den los presidentes. Si no saben ni mu cómo van a ser los que decidan el resultado del festejo me suelo preguntar yo, sin que se lo pregunten los que les han hecho desde las cámaras las preguntas.

Cada uno que atienda su juego y el que no lo atienda perderá una prenda. Si no piensan rectificar, a pesar de las protestas de todos los profesionales que viven del toro, es seguro que seguirán perdiendo prendas. Al tiempo. Advertidos quedan todos.

 
   
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