El toro “Avispado”, de Sayalero y Bandrés, mató a “Paquirri” en Pozoblanco.
“Doctor, quiero hablar con usted… tengo una cornada grande... tiene por lo menos dos trayectorias: una pa arriba y otra pa cá… corte lo que tenga que cortar, abra lo que tenga que abrir… todo el mundo muy tranquilo ¿eh? … en sus manos está mi vida...”
Las palabras de Francisco Rivera “Paquirri” y las conmovedoras imágenes filmadas, mientras lo atendían en la enfermería de la plaza, dieron la vuelta al mundo y perennizaron, en un video, toda la grandeza que puede alcanzar un torero que con valor sereno se enfrenta a lo que presiente serán los últimos momentos de su existencia.
El día que habría de morir, “Paquirri” llegó a Pozoblanco a las seis de la mañana y como lo hiciera dos años antes se alojó en la misma habitación 307 del Hotel “Los Godos”. Al medio día se levantó para almorzar una tortilla y flan. Departió unos momentos con los miembros de su cuadrilla y gente del hotel y se retiró nuevamente a su habitación. A las cinco de la tarde se vistió de luces por última vez y a las seis en punto estaba ya en puerta de cuadrillas al lado de “El Yiyo” y “El Soro” para iniciar el paseíllo que lo conduciría a la inmortalidad. Momentos antes había comentado con sus compañeros de terna: “Esta será mi última corrida de la temporada en España, tengo pensado ir con Isabel y el niño a descansar a Miami antes de iniciar la campaña americana”. La corrida se inició con buenos augurios pues logró cortarle la oreja a su primer toro. A su segundo, cuarto de la tarde, de nombre “Avispado” y con escasos 420 kilos de peso, lo recibió con verónicas mirando al público, algo inusual en él. Fue al momento de colocarlo en suerte de varas cuando el toro lo hizo enmendarse y en el siguiente lance le pegó la fatal cornada en la cara interior de la pierna derecha. Los segundos que luchó por desprenderse del cuerno asesino se hicieron interminables, a los ojos de los espectadores que daban alaridos de terror. El toro lo zarandeó como si fuese un muñeco. Asido a las astas del toro unos instantes, cayó luego hasta tocar con su cabeza la arena para volverse a encaramar sobre el animal en un angustioso esfuerzo de librarse de ese cuerno, que destrozaba sus carnes y le arrancaba la vida. Eran las siete con veinte minutos de la tarde cuando un reguero de sangre fue marcando el camino a la desprovista enfermería en donde los médicos, sin los implementos necesarios, se esforzaron para contener la hemorragia. Luego de ligar safena y femoral lo embarcaron en una ambulancia para llevarlo al Hospital Militar de Córdoba en donde lo esperaba el doctor Vila para operarlo. No llegó. Falleció a las nueve de la noche, cuando faltaban aún 20 kilómetros por recorrer. Cuando su esposa Isabel Pantoja lo vio en el hospital, no pudo soportar la impresión y se desmayó.
Aciaga tarde aquella del 26 de setiembre de 1984 que tuvo secuela trágica para quienes protagonizaron la fatal corrida: Cuando aún no había transcurrido un año, “Yiyo", el más joven de los alternantes fue muerto por el toro “Burlero” en Colmenar Viejo; “El Soro”, que estoqueó a “Avispado”, anda hoy en muletas a consecuencia de un problema en sus rodillas y no podrá volver a vestirse de luces; el ganadero de Sayalero y Bandrés fue asesinado a tiros en Algeciras y el fotógrafo, Alberto Matey, que captó con su cámara los momentos de dolor de Isabel Pantoja, murió violentamente en un accidente de tránsito.
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Fue “Paquirri” un torero completo. Variado con el capote, vibrante en banderillas, diestro con la muleta y notable estoqueador. Muy querido por la afición limeña, ganó el Escapulario de Oro de la Feria del Señor de los Milagros en 1968 y 1982. La muerte lo sorprendió cuando estaba en el mejor momento de su carrera profesional.