Así como lo cantan en los partidos de fútbol y lo sabemos por referencias del pasado, así tal cual lo vivimos, en unos pocos días pero que nos han llenado el alma, percibimos toda la bondad y queridura de sus gentes, que se desviven y se alegran cuando alguien que viene fuera de sus fronteras pisa su histórico suelo.
Lastimosamente en los días que corren se viven en algunas de sus ciudades y campos cosas que no quisiera se repitieran en ningún otro lugar. Yo espero e imploro desde acá, desde mi país, que ha sufrido y aún sufre el flagelo de una de las mayores lacras de la humanidad, que el lindo país mexicano no vaya a sufrir lo que hemos padecido en Colombia, no lo merecen sus gentes, esa gentes que derrochan bondad a más no poder, que te hacen sentir como uno más de ellos y que son nobles pero de verdad, como aquellos buenos toros que van a la muleta echando el morro abajo y entregándose en sus embestidas.
Y fue precisamente allí, en ese México lindo y querido, en donde uno de los toreros mas importantes del mundo ha salvado su vida después de una impresionante cornada, sin duda por las excelentes capacidades de los médicos que lo atendieron aplicando los protocolos debidos y seguramente desplegando toda la capacidad de sus trayectorias profesionales pero yo no dudo ni un instante que la bondad y nobleza de sus gentes habrán aportado no el manido y trillado granito de arena sino toda una duna completa porque seguramente desde los monosabios hasta la última enfermera que le han tratado habrán dejado todo para que el torero venido mas allá de los mares salvara su vida y se sintiera mejor que hasta en su propio hogar. El ya lo declaró: Mas mexicano no se puede sentir, y seguro que le creo.
De toda la gente que tuvimos el placer de tratar vaya un recuerdo especial para quien es uno de los últimos salvaguardas de la casta brava en el mundo, Don Pepe Chafick, un personaje entrañable y aleccionante, con todas sus anécdotas llenas de gracia y verdad, nada más sentirlo al hilo del teléfono, siempre con la diligencia y la complacencia del gran Pepe Mata, ya nos dejaba ver su don de gentes y su sapiencia para luego en su esquina mágica, llena de remembranzas y delicias para el paladar venidas de oriente, dejarnos gozar a manteles de una tarde inolvidable entre remembranzas y exquisiteces. El caprichoso destino quiso que no alcanzáramos a estar en una de sus tientas, quizás no estábamos aún ungidos de la gracia divina para poder disfrutar no solo de sus amabilidades sino de su ganado bravo. Es de seguro un pretexto más para volver.
Ya de regreso pienso que en nuestra retinas quedaron todos sus monumentos, toda su historia, sus impresionantes catedrales y sus pirámides, queda también la inmensidad de sus ciudades, la rotundidad de una plaza de toros inconmensurable que con solo entrar en ella se entiende el porque los toreros dicen lo que dicen sentir en ella, en ese mismo instante entendí el porque Don Pepe quiso que le llevaran a vivir allí cerquita de la plaza México, no me imagino lo que al salir del impresionante bocatunel que desemboca en su ruedo pueda sentir un torero al ver esa plaza colmada y menos me puedo imaginar lo que debe ser disfrutar de unos olés con todos sus tendidos completos. Pero lo más importante es que en nuestros corazones quedarán para siempre la sinceridad y bondad de sus gentes que de seguro en palabras no podría describir, lo he intentado y solo me salido lo que ustedes están leyendo.