Nunca habíamos tenido un inútil en La Moncloa del nivel del que hay ahora. Jamás pudimos pensar que a ella llegaría un hombre sin ninguna preparación y, sin embargo, dotado de toda la mala leche del mundo para hacer sangre y daño entre el conjunto de los españoles.
No lo pensábamos, pero llegó. Su inutilidad la viste con una apariencia de voluntarismo bobalicón, impregnado de un buenismo aparente, que hizo para la causa unos cuantos millones de españoles que creyeron que los cuentos de niños que les contaron son posibles en la realidad; sí, esos de la Cenicienta, Blancanieves… Nada mas aposentarse en el Palacio, lo que empezaron a surgir fueron otros cuentos, pero ya de otro cariz, tales como la memoria histórica y uno de su abuelo que llega a asustar si no fuera porque da risa.
Pero todo eso le valía para contentar a sus huestes, que siempre necesitan de esa carnaza para mantener vivo al Franco que ya murió hace tantos años como los que gobernó. Casi ná. Le sirve porque hay quien si no tiene al Generalísimo delante no sabe a qué enfrentarse. Y tanto fue así, que a quien no se han sabido enfrentar toda esta patulea es a una crisis que se la veía venir por todos lados, excepto para quienes cegados por el franquismo es que no ven otra cosa. Es duro tener que vivir en España en un sin vivir por culpa de quienes añoran el luchar contra Franco. Por cierto, cuando vivía no estaban los que ahora andan en las tareas de gobierno y no por no existir sino por no aparecer.
Tanta ceguera tornó en inutilidad. Llamaron antipatriotas y otras lindezas a quienes avisaban, pero ese “cuento”, como venía del otro lado, pareció el del lobo. No hicieron ni puñetero caso, ellos a lo suyo, y el lobo, la crisis, nos pilló en pelotas. Ahora, desnudo ante su incompetencia, el iluso de Moncloa muestra su máximo grado de inutilidad. Todas las luchas contra Franco, de igual modo como lo hacen los sindicatos vividores, no sirven para mitigar el problema de nuestra crisis económica y el paro galopante. Y el gobernante nostálgico de su abuelo y del franquismo, no sabe qué hacer, salvo poner cara de no haber roto nunca un plato, cuando todo lo que nos sucede viene de la mano de los platos que lleva rotos.
Y llama al otro. Un Don Tancredo, al que se le escapa vivo el inútil mayor del reino. Necesita una imagen, una más, para escenificar su propia inutilidad, pero precisa de alguien que le acompañe en ese viaje lleno de trampas. Si no apoya su inutilidad, no son solidarios con la situación y si lo hiciera ya no sería solo culpa suya. Y el Tancredo del PP le deja que reine entre las nubes negras sin que él le diga que se baje de todas sus nubes antes de acudir a regalarle la foto.
Craso error, nunca ha habido más motivos para sacar a gorrazos a un tío de La Moncloa. Lo demanda la situación y la mayoría de los ciudadanos que es a los que se ha de servir; al menos, así se les llena la boca a la hora de hablar. Antes hubo que echar a otros por corrupción en todos los niveles de sus equipos, pero es que ahora es más necesario y urgente para salvaguardar a los millones que somos los que debemos percibir el beneficio de quienes tienen la obligación de cuidar de nuestros intereses. Como es una inutilidad el que vive en Moncloa no podemos esperar nada de él, salvo otra ley para artistas, gays, de anticrucifijos o antifranquistas. Pero eso no soluciona el paro. Distrae la atención de la gente en su lucimiento personal, mientras se pierde el tiempo y las energías para hacer algo serio.
Ningún problema es más importante que la economía que produce el cáncer del paro para tantos. Lo demás serán temas puntuales que afectan a unos cuantos, pero España somos todos y los del paro los que más. Su inutilidad, aplaudida solo por sindicatos y afines, llega a asustar de veras. Algunos ya piensan, con cierta razón, que tenemos cara de griegos o mas bien de gilipollas. Esta si es una gripe contagiosa cuyo epicentro del virus se detectó en La Moncloa. ¿Están pedidas ya las vacunas?
Necesitamos soluciones económicas no contra el franquismo ya finiquitado. Esa es la vacuna que hay que poner al inútil de Moncloa.
