Sin lugar a dudas, la presencia de Arturo Macías en España, por muchos motivos, está siendo tema de polémica y, eso es muy bueno para dicho diestro. Todo el mundo habla de él, de su apoderado, de sus contrataciones, de todo lo que rodea su vida y, sin proponérselo, está teniendo un eco desmesurado su presencia en España, algo que, como digo, le favorece muchísimo. Y me alegro por todo ello. La aplastante sinceridad con la que actúa el mexicano, sin duda que nos quepa, tiene que favorecerle desde todos los ángulos; en la plaza y en la calle. Alguien capaz de comportarse de una forma tan espontánea, tan sincera, merece el mejor de los respetos.

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Y eso confesaba el diestro tras su cornada en Sevilla: “Me estoy llevando el respeto del taurinismo español” ¡Acertó por completo! Creo que, pocas veces, un diestro extranjero ha suscitado tanto respeto como Arturo Macías. Y tiene su fundamento. El mexicano ha venido con el argumento de su verdad, de su toreo emotivo y entregado y, ante todo, con la base de una propiedad tan sólida como su propia existencia. Fijémonos que, Macías, al que conocemos como una figura en su país, ha venido a España con la convicción heroica de no quitarle nada a nadie; no es un recomendado para ninguna empresa. Cierto es que, el admirado Corbacho, su apoderado, ha sabido tocar las puertas de las grandes empresas, es cierto; pero bajo el fundamento de la más aplastante autenticidad.

Para mí tiene un merito increíble lo que está haciendo Arturo Macías que, como todo el mundo sabe, podía haberse quedado en México disfrutando de su vitola de torero importante y, a su vez, saboreando la dulce embestida del toro mexicano y, por pura convicción, ha venido a España para jugarse la vida como nadie y, las pruebas, así lo atestiguan. ¿Cómo no darle todo el respeto del mundo a un diestro que, en dos corridas se ha llevado dos cornadas fuertes? Es cierto que, como digo, se ha enfrentado a dos auténticas corridas de toros; muy duras, dicho sea de paso, de las que no quieren las figuras, claro está. Pero Macías, que ha toreado en México con las grandes figuras de España, no le hace ascos a los toros que los demás no quieren y, mucho menos, a los compañeros que le secundan en los carteles.

Intentar triunfar por ese camino lleno de espinas, durísimo, casi imposible, es un reto que, a no dudar, esgrimirá ante España y México. No se trata ningún caprichoso. Macías me está recordando a Zotoluco que, ya figura del toreo en México, vino a España hace una década y, mató toda la camada de Miura. ¿Se le podían poner objeciones al muchacho? Es que, amigos, nadie se las puso. Y este es el caso de Arturo Macías que, de forma honrada, quiere abrirse paso en España. Acertó de lleno el diestro hidrocálido en su planteamiento. Será muy duro, pero está lleno de la más absoluta sinceridad.  Imaginemos que Macías hubiera toreado el día de El Juli y, en su caso, que le tocaran en suerte los toros de Castella o de Perera que, como sabemos, poco ayudaron para el éxito. ¿Se imagina alguien lo que hubieran dicho del mexicano? El fracaso no podría ser más grande.

O sea que, como sabemos, existen demasiados argumentos para felicitar a Macías, un diestro que, podrá carecer de muchas cosas, pero que tiene suficientes atributos para triunfar en España por el sendero de la verdad. Ante todo, como él mismo confiesa, se ganó el respeto de los taurinos, de los aficionados, de los periodistas y, por supuesto, de todos aquellos que sean capaces de comulgar con el fundamento de su verdad. Macías no ha engañado a nadie; ojala pudiéramos decir lo mismo de todos los toreros de España.