He leído con suma preocupación el artículo de mi dilecto amigo y compañero, Mauricio Sepúlveda, con relación a la crítica que hizo muy a la ligera el divo de Chiva, Enrique Ponce, a la Cabaña Brava Colombiana.
En seguida quedé atónito, porque seguramente el señor Ponce espera con sumo placer que en Colombia haya lindos pequeñajos tontones, para realizar faenas de interminable caudal de derechazos e izquierdazos, en donde la parte fundamental de todo sea la bonita fachada vacía de contenido.

El señor Ponce
Todavía recuerdo aquel 18 de octubre del 2001 en Jaén, España, justo en la alternativa de Alejandro Amaya de manos del señor Ponce, con toros de Jandilla, cuando cortó el de Chiva, la friolera de cuatro orejas y un rabo, dos en su primero y otras dos con el rabo simbólicos porque se indultó el bovino… no hay nada nuevo bajo el sol.
En el concepto de quien esto escribe, fueron dos faenas al estilo poncista, con una suma preocupación más por la estética que por el contenido; sí, abusando del pico y expulsando al toro, teniendo que reponer necesariamente más de doce pasitos para volver a quedar colocado, y en el último tiempo del pase verse erguidito en la pose deseada.
Al que le cortó las dos orejas y rabo y que fue inmerecidamente indultado, saltó varias veces al callejón, pasando asustadillo por el lugar en donde justamente me encontraba acompañado de un colega de Cadena Ser.
Un toro bobalicón para la muleta que condujo al festejo triunfalista, al festejo en donde la frivolidad es la parte medular de la cuestión, pero no el sustento que da grandeza a la Fiesta a través de la encastada bravura.
El señor Ponce feliz declaró que si no existían esos toros, entonces cuáles querían.
Declaración que me pareció absurda, y que ya le había escuchado en México defendiendo al torito bobalicón; porque la Fiesta es de toros, de toros bravos y encastados, no de sumisos caracoles que pasean graciosos por el redondel buscando asustados a dónde pueden huir.
El toro bravo es el sustento de la Fiesta, cuando el toro se cae, o el toro huye por la asfixiante mansedumbre y el descastamiento atroz… la Fiesta se derrumba.
Por ello, pretender descalificar la Cabaña Brava Colombiana, que de acuerdo, incluso, a la propia información de Mauricio, va por la senda de la encastada bravura, es pretender que esa sangre se diluya por el infausto camino de la mansedumbre y el descastamiento.
No… señor Ponce, ese tiempo en el que reinaba con esas faenas bonitas pero vacías, llenas de poses que se iban sucediendo hasta hostigar al exigente paladar del conocedor taurino como la exagerada dulcificación… ha pasado.
Enfrentar el toro bravo y encastado, deja más para el imborrable recuerdo, que aquellas faenas bonitas con bovinos sumisos… sí, faenas quizá muy bonitas, pero tan vacías por carecer del sustento del contenido, así como de la profundidad para trascender.