La Gomera, aquella isla paradisíaca del archipiélago canario, es algo que me ha conmovido hasta lo más profundo. Su vegetación plena de árboles y plantas de las especies más silvestres, forman un abanico de regalos para la visión y que, difícilmente, se puedan encontrar en otros muchos lugares del mundo.
Esta isla canaria, por lo abrupto de su paisaje, por la configuración de sus montes y laderas, forman un espectáculo inigualable, sólo formado por la propia naturaleza. El hombre, en La Gomera, sólo ha tenido que vivir allí puesto que, las maravillas ya las habían creado la misma naturaleza.
Desde esta isla partió Cristobal Colón con rumbo a lo desconocido para llegar hasta América, la tierra que él nunca soñó encontrar. Y fue en La Gomera, donde, como se presupone, Colón, se dejó un poco su corazón y su alma española.
Y es precisamente en esta isla donde se conservan las tradiciones más ancestrales entre sus autóctonas gentes. La isla, plagada de barrancos, laderas, valles y altiplanos, en los tiempos remotos en que las comunicaciones eran imposibles desde cualquier punto de dicha isla, los nativos, inventaron para comunicarse el lenguaje denominado como EL SILBO. Curioso lenguaje que, ahora, en los tiempos en que, las comunicaciones desde cualquier punto del planeta son posibles gracias a la técnica, en La Gomera, los lugareños, conocedores de sus raíces más ancestrales, todavía siguen practicando el lenguaje del silbo que, consiste en comunicarse mediante silbidos. Dos personas, cada uno de ellos a la vera de un barranco y, se saludan, se hablan, se preguntan, se responden y se dejan todos los mensajes posibles, todo con el sonido de su boca mediante los silbidos. Increíble, pero cierto.
Por estas y miles de razones más, nada es más grato y alentador que conocer los pueblos, sus gentes, sus costumbres, sus vivencias que, como esta que he aludido, deja perplejo a todo visitante. En esta época actual en que, por ejemplo, se puede mandar un fax desde debajo del agua; enviar un mensaje por Internet a cualquier lugar del mundo y que sea recibido en fracciones de segundo; Éstas y miles de cuestiones más, todas ellas a favor del progreso de la técnica. Son éstos, los inventos que podían parecernos inverosímiles y, por el contrario, los vemos con total normalidad. Sin embargo, nos sorprende, nos embelesa y enloquece que, en pueblos como La Gomera, a estas alturas de la sociedad actual, quede gente tan romántica, tan auténtica, tan espléndida que haya sabido conservar unas tradiciones tan bellas como inusuales. EL SILBO, como ellos le denominan a este lenguaje, es la prueba más fehaciente.
Dignos de admiración los habitantes de La Gomera que, ni el paso de los años ni los avances de la técnica, han logrado que se pierdan las raíces más bellas de sus antepasados, caso del lenguaje del SILBO, la forma más curiosa de comunicarse las gentes que jamás había conocido. Para ellos, los canarios que hacen de su vida una lección para todos los visitantes, para todos, mi gratitud y respeto.