Se ha despedido de los ruedos, Manolo Arruza, tras 36 años de largo peregrinar por los cosos del mundo taurino; y lo ha hecho con gran dignidad en la Monumental Plaza de Toros México, en lo que ha sido un exitoso inicio de temporada. Y, como recuerdo imborrable, escribió una faena de evocador sentimiento, que ha sido el inmejorable regalo para el espíritu del diletante taurino, por la suavidad en el trazo, por el rigor en la técnica, por la profundidad que dio sustento al contenido.
Evocador adiós
Sí, esa primera faena en fecha tan significativa, ha quedado como inobjetable ejemplo para la actual generación de toreros, y por supuesto, para las que en el futuro depare el destino.
Sí, una faena inspirada en el toreo de estampas con añeja tauromaquia… en el toreo eterno, con el misterio que conllevan lo apolíneo con lo dionisiaco, y que fundamentalmente en las propuestas de Manolo Arruza, se hicieron tan actuales y vigorosas, por la solidez de su arte.
Lució espléndido en todos los tercios
No sólo ha sido un tercio espléndido de banderillas, así como el prólogo y el desarrollo de su obra taurina, que dio paso a la fina e impactante arquitectura, lo que subyugó al gran público, sino también, el epílogo en donde hizo gala del toreo de dominio, con soberbios doblones para preparar al toro a la suerte suprema, y cobrar un estoconazo que por sí solo valía una oreja, que junto con la faena debió haber autorizado ese juez… dos, porque había fundamento.
La suavidad en el trazo
Una faena contundente y a la vez con elegante exquisitez por lo bien planteado tanto en el contenido como en las formas.
Una estocada que por sí sola valía un trofeo
Definitivamente, una oreja ha sido poco, muy poco premio para tan luminosa creación taurina, que ha quedado para la posteridad, como permanente recuerdo de lo que es un… ¡torero!
¡Suerte Manolo!
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* Gráficas del maestro Juan Ángel Sainos