Hoy ha estallado la noticia. Camacho ha dimitido y la Junta Directiva del Real Madrid le ha aceptado la dimisión. Dicho así, resulta sencillo, incluso simple; una noticia propia del fútbol de cada año, de cualquier equipo. Sin embargo, tiene algo mas detrás. Es sorprendente por inusual. Un entrenador, a iniciativa propia, en la tercera jornada de Liga, dice que no sigue.
José Antonio Camacho es conocido como hombre de carácter, rudo y directo; vamos, sin encargado de imagen a la hora de trabajar y de hablar. Ama el trabajo y la disposición, la disciplina y el orden; le gusta el fútbol bello pero ansía que además de calidad, se ponga otra cosa: el corazón. Por si todo esto fuera poco, bebe en el manantial del equipo, del grupo, del conjunto, del todos para uno y uno para todos: los tres mosqueteros pero en versión de once.
Pues eso, lo de los once, es lo que no le ha permitido seguir. Un jugador o dos, por galácticos que sean, solo son un jugador o dos. Once jugadores, sin embargo, son un equipo, un conjunto, una suma de talentos y de esfuerzos. La labor del entrenador es esa: el que enseña a sumar. Y si no le dejan sumar, pues no se puede obtener el resultado. Algunos, seguro que lo entienden ya.
En esa operación aritmética, no se obtiene el resultado si cualquiera de los sumandos no aparece, no comparece o, incluso, desaparece. Eso le pasa al Real Madrid. Pero no al Madrid de Camacho, al Madrid. Sea quien sea el entrenador, al día de hoy, el Madrid no es el resultado de los sumandos de una plantilla, sino muchos sumandos colocados de forma diferente a como es exigible para formular la suma.
¿Existe algún culpable de esa situación?, sí y a nuestro juicio se llama Florentino Pérez, quien preso de la idea de hacer jugar en el Madrid a los mejores jugadores del mundo, -cosa que ha conseguido pues en el juegan, si bien no se sabe para quién- ha subestimado la idea de formar un equipo, lo que hace casi surrealista su idea original. Sencillamente, no es posible tener equipo que sume y obtenga un resultado, si los sumandos no se quieren alinear correctamente en esa operación aritmética. Esa sucesión de sumandos y de cifras, sin ningún orden, da como respuesta un resultado no satisfactorio.
El pasado año, con un entrenador tranquilo, no apasionado como Camacho, alguien recuerda que obtuvieran un buen resultado. No lo hubo y todo por la misma razón que ahora ha servido a Camacho para dimitir. Estos jugadores jugarán, pero están lejos de formar un bloque que siga las directrices de quien se las tiene que dar: el entrenador.
Tener tanto galáctico no es sinónimo de ganar. Solo de tener futbolistas de relumbrón. Hace dos años, con Del Bosque, se ganó, pero cierto es que había menos jugones galácticos que ahora. Y cuantos más peor. En los barcos hay un solo capitán a quien todos tienen que obedecer, aportar su esfuerzo y su capacidad. Imagínense un barco con seis capitanes, -galácticos, eso sí- todos ellos convencidos de que no hay nadie que les tenga que enseñar ni ordenar. Si así fuera, la culpa la tendría, por consentirlo, el presidente de la naviera. Es decir: igual que en el Real Madrid.