Este oficio de ejercer de “profeta” es algo que uno lamenta en lo más profundo de su corazón. Criticar, con conocimiento de causa, no es otra cosa que, mirar un poco más allá de donde ven los demás. Pero debo de confesar que no es un trabajo agradable. Ante todo, cuando uno hace sus cábalas, sus puntos de vistas y sus predicciones, le miran a uno como un bicho raro. Que nadie piense que tengo la “bola de cristal” que todo se adivina. No es eso. Ocurre que, en el mundo de los toros, pronosticar y acertar es mucho más sencillo de lo que la gente imagina. Es cuestión de aplicar la lógica y todo viene rodado. A este respecto, diré siempre que me duele en el alma el acierto; que daría todo por equivocarme; que, en definitiva, amo a la fiesta y a toda su maravillosa manifestación artística.
Dije, claro, que Sevilla era una plaza desprestigiada en cuanto a la concesión de trofeos; dije que los triunfadores de Sevilla, todos, tendrían que devolver todo lo ganado en “terreno” maestrante cuando llegaran a Madrid y, hasta la fecha, todo ha ocurrido como yo vaticiné. ¡ Qué pesar por cuanto digo¡
Les puedo jurar que, no existe mayor placer para los que contamos las cosas, que contar el éxito, el triunfo legítimo de los toreros, caso de Luguillano, El Zotoluco y Javier Castaño, por ser los triunfadores hasta el momento, por aquello de los trofeos conseguidos y, a su vez, cantar la torería inacabable de Frascuelo y la disposición plástica de El Bote. Estas cosas son las que nos llenan a todos, por supuesto. ¿ Creen ustedes que alguien lógico puede ser feliz contando miserias?. No creo que exista ese personaje tan siniestro. Sin llegar a nada, no crean que me olvido de Angel Gómez Escorial, un modelo de valor allí donde los haya. Como siga por ese camino, ese chico, pese a quien le pese, será torero.
El éxito, que siempre es agradable, no se cuantifica de la misma medida en todos los sitios y, eso, el artista, debería de saberlo y no sentirse dioses engreídos. Cuando uno triunfa, debería de saber o por lo menos deberían de aconsejarle, en tener la calma necesaria para digerir ese éxito. Por ejemplo, no es lo mismo que un cantante triunfe en el Lincon Center que en las fiestas populares de Zarzalejos, por decir algo. Se puede triunfar en ambos sitios, por supuesto que sí. Algunos cantantes los habrán experimentado, aunque, no es lo mismo. Y eso, es algo que todo el mundo debe de saberlo. El triunfo en un pueblo te debe servir para ilusionarte, pero jamás para enloquecerte, lo que les pasó a todos los triunfadores de Sevilla.
Allí, en Sevilla, Caballero se sentía como el rey. Finito de Córdoba parecía querer decirnos que había inventado él el toreo. Eugenio de Mora dictaba clases teórico-prácticas de la torería moderna. Así, a todos los que Sevilla consagra, a todos los desgracia. Alguien, muy cercano a los triunfadores, debería de decirles la pura verdad de lo que ocurre en Sevilla, pero como el éxito es vanidoso y contagioso, todos, toreros y apoderados, se sentían tan importantes que a nadie se le ocurrió pensar que tenían que ir a Madrid. Y dice Finito, tras su actuación en Madrid: “ En otra plaza hubiera cortado la oreja”. Por supuesto, amigo, pero es que olvidaba usted, una vez más, que estaba en Madrid, la cátedra, la que no quiere ver el pico de la muleta y la que sólo pide honradez profesional, florituras al margen. Luego, si el éxito llega por la vida del arte más puro, mejor que mejor.
Y el colmo de la locura es que, hasta los grandes medios de información, cantaron los éxitos de los triunfadores de Sevilla, como si de las más grandes epopeyas se tratare. Como decía, han tenido que ir a Madrid y, redimir todas sus culpas con la penitencia del fracaso o, en su defecto, de la indiferencia.
