La televisión valenciana, como algunas más de las autonómicas y estatales, les dedica un programa semanal de media hora de duración a los toros. Este programa, dirigido por Mariví Romero, aquella que tenía de “negro” a Manuel Molés en los tiempos del diario Pueblo, tiene, desdichadamente, la misma identidad que todos los programas de este tipo; es decir, muestran imágenes, alaban a los grandes, se asombran cuando algo es de verdad y, lamentablemente, se callan cuando deberían de hablar y enseñarle al aficionado la verdad de la fiesta. Pero no, todos caen en el mismo error; callar, antes que pregonar a los cuatro vientos lo que las imágenes nos están mostrando. Y digo todo esto por dos razones. La primera es que, mostraron las imágenes de la corrida del día del Pilar en Madrid y, tanto Mariví como sus acólitos de programa, se quedaron estupefactos con el trapío de los toros que se lidiaron aquella tarde en las Ventas, precisamente, la tarde que cayeron heridos Alfonso Romero y Mariano Jiménez. Era, precisamente, una ganadería comercial pero que, en esta ocasión, el ganadero trajo una corrida de verdad para la primera plaza del mundo. Y, lo curioso de todo es que, una vez más, ha quedado claro que, Madrid, dicho sea de paso, no quiere el toro grande puesto que, estos ejemplares aludidos, con apenas 500 kilos de peso, daban pavor; y la daban por su trapío, por sus guadañas y por todo lo bello que puede representar un toro bravo de verdad. Como explico, los responsables de este programa, alucinados, cantaban la gesta. Luego, en otra serie de imágenes, nos enseñaron un video musical que ellos llaman, dedicado a El Juli en su actuación en la feria de Jaén y, es ahí, precisamente ahí, donde los responsables de dicho programa podían haberle enseñado al aficionado, la gran mentira, el insospechado fraude de las figuras del toreo. Como explico, habíamos visto, segundos antes, las secuencias de la corrida de Madrid y, al ver a El Juli en Jaén, uno siente asco por el montaje absurdo de la fiesta. Eran, claro, las dos caras de la fiesta. Mientras en Madrid contemplábamos la autenticidad del toro de lidia, en Jaén, y en manos de El Juli, veíamos el “burro” desmochado que, sin fuerzas ni pitones, permitía las vulgaridades de la máxima figura del momento. Daba grima ver aquellos pitones desmochados como rabos de escoba y, la gente, tan contenta. Lo triste de todo esto que, nunca podremos contemplar, en un mismo festejo, la autenticidad del toro de verdad y el toro desmochado y castigado. Eso sería aleccionador y, la gente podría contemplarlo, valorarlo y entender, de una santísima vez, que cuando torean las figuras, la verdad, brilla por su propia ausencia. Me río yo cuando El Juli se apunta a una de Victorino. El torero, claro, sabedor de lo que está haciendo, quiere acallar, aunque sea muy a la larga, las voces de todos los que saben de verdad, razón única por la que, de uvas a peras, quiere enfrentarse con un toro serio. Y todo eso, alcanza categoría de “gesta” puesto que, a diario, con la “normalidad” de lo que lidia El Juli y sus huestes, todo nos suena como a broma. Si todas las corridas salieran en puntas como la de Madrid, no haría falta hablar de gestas ni de tonterías.

   Y, lo triste de todo, como vengo diciendo es que, en este programa aludido, como en otros tantos, cuando pusieron las imágenes de El Juli, en vez de quedarse callados podían haber acompañado aquellas secuencias diciendo: “Se han fijado ustedes que escobas lleva el toro por pitones” Y, seguidamente, haber insertado las imágenes de Madrid y decir: “Observen y comprobarán ustedes mismos la diferencia” Pero aquí, cuando torea la figura de turno, todos callan. Y, desdichadamente, el que calla, otorga.