A lo largo de la feria, tendremos ocasión de valorar cuanto en ella vaya aconteciendo. Lo haremos a modo de resumen o bien puntualmente, según proceda. Los lectores podrán de esta forma conocer todo aquello que de verdad merezca ser destacado, al margen de la crónica diaria. Nunca hemos sido muy partidarios de dicha crónica, ya que nos hemos preocupado más por los conceptos, la esencia, el futuro de la misma Fiesta que del resultado diario del espectáculo. De la misma forma que en el transcurso de la vida de un hijo se percibe y se disfruta del diario, pero damos importancia a aquello que se consolida para su futuro; de la misma forma nos identificamos con la Fiesta: lo que tiene valor para siempre, lo que perdura.
Se abrió la feria con una corrida de Hernández Pla, procedencia Santa Coloma. Toros cárdenos que, por sus bonitas láminas, hicieron las delicias de los amantes de este encaste. Con independencia del resultado que para la lidia dieron, bajos de casta en general, de la que se salvaron un par de toros, siendo uno de ellos, Pescador, totalmente apto para el triunfo, y otro el sexto con una gran pelea en varas -en la que se pasó de la ovación con la plaza en pie, a abroncar al varilarguero por asesinar al toro-, queremos analizar otros factores que ayuden a los lectores a sacar sus propias conclusiones.
Como todos saben muchas voces -palabreros, juntapalabras, voceros a sueldo o interesados- vienen proclamando desde hace años la exigencia maniática que tiene la afición de Madrid pidiendo toros tipo elefante o con exceso de kilos. Se argumenta -enfrentando artificialmente a las aficiones de Sevilla y Madrid- que ese tipo de toro que exige Madrid no es el más adecuado para la lidia o el triunfo de los toreros. Basándose en este axioma -falso a todas luces-, manifiestan su inquina contra esa afición, utilizándola como arma arrojadiza para ir desprestigiando sus criterios ante el resto de la afición española. Cuanta más coba se da a la afición de Sevilla por seguirles la corriente, más se denosta a la madrileña, haciéndola culpable de todos los males: los toros se caen por exceso de kilos; con ese peso no andan; tienen que estar en tipo, etc. Teniendo como culpables a esa afición de exigir elefantes. Nada más lejos de la realidad. Quien así obra, dice y difunde, obra de mala fe y de forma interesada. Constatemos la realidad.
Siete de la tarde, día 12 de Mayo de 2001. Se abre el portón de cuadrillas y da comienzo la Feria de San Isidro. En los corrales esperan seis astados de procedencia Santa Coloma. El programa oficial anuncia el peso y nombres de las reses a lidiar. Ninguna pasa de los 550 kg. El de menos peso, 479 kg., roza el límite del peso autorizado en esta plaza. A cualquier aficionado o espectador, educado por la masa de comunicadores interesados, se le hiela la sangre: menuda se va a liar, piensan ¿cuántos se devolverán?.
Hagamos, por tanto, el análisis frío de lo sucedido:
- Ninguno de los toros fue protestada su presencia en el ruedo.
- El primer toro de Feria, con esa afición de engorde, fue de 498 kg.
- El promedio de kilos de los tres primeros lidiados, fue de 495 kg.
- Los tres primeros toros casi ni se movieron a pesar de sus pocos kgs.
- El promedio de los tres restantes, fue de 536 kg.
- Estos últimos evidenciaron, curiosamente, más movilidad.
- El promedio general de la corrida, fue de 515 kg.
- El toro mejor, un buen toro, pesó 511 kg.
- No se devolvió ninguno pues tenían trapío y no se cayeron.
- El trapío es de las cosas que más defiende Madrid, no los kilos.
- Esa es la trampa, para su público, de los comunicadores interesados.
- Por cierto, los pitones intactos de principio hasta el final.
- No es que estos no derroten en corrales o burladeros como otros, no.
- La razón es otra. La afición -la de Madrid, seguro- lo sabe.
- Buena lámina, Kilos: pocos, trapío: el necesario y juego: el que den.
- Una corrida de toros.
Se podrían desmenuzar los aspectos detallados, pero confiamos que los lectores son suficientes para interpretar cada uno de los mensajes. En la autenticidad del toro, a Sevilla y Madrid sólo les separa 538 km. -no kilos-. Si no existieran intereses, que los hay, todos los tópicos que manejan esos listos por un lado, y cursis por otro, las aficiones -las auténticas, no los del clavel o figurantes de ferias- de Madrid y Sevilla en reunión plenaria, les darían su merecido: la boleta.
No ha sido mala la primera lección de la Feria. Todos deseamos que los toros sean mejores. Que abunde la casta, la bravura y la nobleza. Que permitan triunfos importantes a los toreros por la ejecución del toreo auténtico. Pero nos basta -no es poco- con saber que salen a la plaza íntegros; con trapío -no con kilos, mentirosos interesados-; con fuerzas y sin rodar por la arena; con pitones sin sospechas, de los que aguantan la lidia sin devenir en alcachofas; del juego que lleven dentro y a cada cual su lidia; y si nos salen bravos y nobles, que los toreros lo asuman. ¡Ojalá!, en esta línea, podamos seguir contando cosas buenas, sin hablar de fraudes y corruptelas; y poderles decir a los falsos: En Madrid ¿Qué pasa?.