No se puede repicar e ir a misa, todo a la vez. Y eso fue lo que ayer ocurrió en la plaza de las Ventas de Madrid. Los aficionados, una vez más, llenaron el coso; era el día grande en Madrid, por excelencia. Se festejaba al santo Patrón, San Isidro, y la gente quería ir a los toros. Pero el corazón de miles de madrileños estaba muy lejos de la calle Alcalá, en cuyas inmediaciones se asienta su bella plaza de toros.
Digamos que, era el primer festejo que, vaya usted a saber, ya olía a figuras y, caprichos del destino, aquello no lo aguantó ni Dios. Y la corrida tenía su aquello puesto que, un Caballero, un duque y un Javier Castaño, prometían ciertas cosas. Aquello, como se comprueba, traía aires de grandeza. ¡Vaya terna¡ Y con los toros de Iban que, al anuncio de estos toros, todos, sin distinción, recordamos, entre otros ejemplares, aquel “bastoncito” que lidiara de forma gloriosa el recordado César Rincón.
Como el presagio de todo era, como antes explicaba, que la tarde olía a figuras, como viene siendo habitual, cuando éstas llegan, ahí se acaba la fiesta. Los “ibanes” no sirvieron para nada, salvo para aburrir a la sufrida clientela que, de no ser porque tenían el corazón en tierras escocesas – ilusión que les mantuvo en vilo- se hubieran ido de la plaza mucho antes de terminar el festejo.
Mala cosa es que una corrida de toros se sostenga por el fútbol. Es decir, lo más apasionante de la tarde vino dado por Raúl González, el genial futbolista madrileño, cuando marcara el primer gol. Y como goles son amores, entre él y Zidane, con un gol cada uno, se trajeron la copa de Europa para España. Al anuncio del primer gol, la algarabía de la plaza era incontenible; los gestos de felicidad eran inenarrables; abrazos de unos con los otros, parabienes, sonrisas y la ilusión de que el Real Madrid lograra su objetivo, como así sucedió. Mientras todo esto sucedía, en el ruedo de las Ventas, dos toreros, de los que han dado varias vueltas a todas las ferias de España, aburrían hasta al Santo Patrón, por aquello de los animalitos que les cupieron en suerte. Era, ahí están las pruebas, tarde de figuras y, lamentablemente, las figuras, salvo excepciones, en Madrid, siempre traen la ruina. Pensar en lo que ha sido la ganadería de Baltasar Iban, la que todos deseamos que esta corrida haya sido una laguna, ello, es tema de preocupación. Atrás ha quedado aquella bravura y una casta que, tantas veces nos encandilaron. Recordar, entre otros, aquel héroe llamado César Rincón, en la misma plaza de Madrid, jugándose la vida y toreando como Dios manda para lograr la apoteosis de sus triunfos legítimos con toros de esta ganadería, ello, nos parece como un sueño, como algo que jamás sucedió.
Era, como todo el mundo pudo ver, una tarde de voluntades; pero el toreo, la llama de este espectáculo, jamás podrá sostenerse por la voluntad de unos hombres esforzados que, sin más argumentos, querían y jamás pudieron. Corrida para olvidar y fecha para grabar en el corazón de tantos miles de madrileños que, sintiendo los colores blancos de su equipo, vibraron con su triunfo. Resulta curioso que, dentro de una plaza de toros, para emocionarte, tenga que ser a costa del Real Madrid. ¡Qué cosas pasan, Dios mío¡