Así, en este grupo, podríamos calificar a la torería andante. Y, designándolos de este modo, nadie debe de sentirse ofendido. Todos, en su estilo, son válidos para la fiesta. Este bendito gremio, que de todo tiene que haber en la viña del señor, son necesarios para darle variedad al más bello espectáculo que hemos conocido: ¡LOS TOROS¡
El problema viene, en el mundo de los toros, cuando existen las confusiones pertinentes por la falta de capacidad y asimilación de los protagonistas de la fiesta. Muchos, a su aire, quieren estar en un lugar equivocado, especialmente los que se auto proclaman figuras de su profesión. Ellos, los consagrados, se creen con licencia para todo. En este mundillo, uno, el que sea, llega a figura y ya piensa que es el “dios” del toreo. A veces, como se demuestra muchas veces, las cuestiones de organización en el marquéting, son más válidas para que un hombre llegue a la meta que, las propias condiciones del individuo.
Claro que, ¿se imaginan ustedes a un individuo que reuniera las tres virtudes, figura, artista y torero? Seguramente le bautizaríamos como José Tomás. Aunque, por supuesto, como la obra del hombre jamás es perfecta, José Tomás, con una administración absurda está dejando a muchas aficiones sin poderle ver por aquello de las televisiones. Es triste que, un torero, en la elite de su profesión, cometa errores tan burdos como dejar escapar el tren de los grandes éxitos en las plazas de mayor fuste. Seguramente, ha encontrado un conformismo que, a fin de cuentas, lo único que propicia es que su toreo, por lo espaciado del mismo, gane en emotividad y en torería. No hay mal que por bien no venga.
Artista es Morante de la Puebla que, como tal, deja retazos de su concepción tan plástica de su torería inenarrable. El toreo, el encuentro con el arte, no dejar ser un pequeño milagro que, por eso, por lo inusual, sólo aparece de vez en cuando. Morante es uno de los más puros artífices para que el milagro sea posible. Cuando dejamos de hablar de milagros, de arte y comenzamos en adentrarnos en la más pura rutina, aparece Ponce, un hombre capaz de pegarle pases a una farola y que, para colmo, queden hasta bonitos. Es, como sabemos, la otra parte de la historia de la tauromaquia. Mis respetos, por supuesto, para todos los que, con Ponce, encuentran un matiz artístico. Yo, en lo que a mi respecta, a este buen hombre, el misterio no se lo he visto jamás.
Torero, como tales, y valientes, tenemos a muchos, tan válidos como los que propician el milagro del toreo más puro. Existen, no lo olvidemos nunca, esos toros fieros, bravos e importantes que, por lógica, tienen que ser lidiados por estos toreros curtidos en mil batallas, casos como Pepín Liria, Luis Francisco Esplá, El Califa y otros más que, con su ciencia, logran la emoción a través del propio miedo. El toreo, que nadie lo olvide, es, ante todo, una carga emocional que nos tiene que recorrer, con su magia, por lo más adentro de nuestras venas, ya sea en la vertiente que fuere. A veces, en los toros, hemos llorado por la causa del arte y, como nos ocurre, con estos hombres, se nos para el corazón cuando comprobamos su gallardía y su desprecio a la muerte.
Mis respetos para todos los hombres que se juegan la vida, a fin de cuentas, el “bien” más preciado que tienen. Todos sabemos de la cultura innata y adquirida por Luis Francisco Esplá, licenciado en bellas artes y, artista de la pintura, valores innegables en su persona. Sin embargo, como torero, tenemos que calificarlo como TORERO, en ese grupo de hombres importantes que tanto le han dado a su profesión. A El Juli, queramos o no, tenemos que calificarlo de figura. Y, pese a quien le pese, a las gentes que no saben de toros, este torero les hace mucha falta. Es revolucionario, ágil, pone banderillas y es capaz de mover a las masas. ¿Quien ha dicho que no hace falta? ¡Claro que hace falta¡ Pero debe de admitir, El Juli, y sus correligionarios, que son muchos, sus tremendas limitaciones artísticas y, no digamos las humanas.
Siento pena por Joselito que, en estos instantes, no encuentro calificativo para él. Ahí está arrastrando sus miserias, telonero de lujo de José Tomás en que, por mucho que se empeña, no encuentra el norte en su profesión. Es duro tener que contemplar la imagen triste y melancólica de un Joselito apagado, sin llama, sin conexión y sin motivación para hacer lo que tan bellamente sabía hacer: EL TOREO. Decir que Joselito no sabe torear, sería como faltar al respeto divino. Pero no es menos cierto que, desgraciadamente, José, arrastra la misma tristeza que le obligó a retirarse en Sevilla. Tampoco quiere que le vena por televisión y, a Joselito le entiendo. No está para verle, lo digo porque le he visto ya varias veces este año y, de él me he llevado el desencanto más absoluto. Quiero pensar que no he tenido suerte con él. Es lo mejor que puedo creer.
La lista, la exposición podría ser eterna, pero creo haber dicho cuanto quería. Como antes decía, mi respeto para los que se juegan la vida y, a este paso, mi respeto para todos los que, sin saber nada de toros, se atreven a difamarme por su cuenta y riesgo. Allá ellos con sus negras conciencias. Yo defendí siempre la verdad por aquello en lo que creí. Los que no me quieren entender les pido el mismo respeto que siempre les di.
