En nada, unos días, empezará la Feria de San Isidro en Madrid. Meca y santuario del toreo universal. Ha acabado la Feria de Sevilla -un sucedáneo en cuanto al ganado lidiado- y la cita con Las Ventas será la prueba del nueve. Dicha prueba consistirá, básicamente, en saber si el toro es toro auténtico o, por si por el contrario, padece encefalopatía espongiforme bovina. Nada como el tribunal de Las Ventas para saber -su afición es experta en la detección de estos males, y otros- si las reses a lidiar padecen el mal de las vacas locas, u otros. Lo dicho, empezará la feria; saltarán a la arena los cornúpetas -este año menos cornu a sabiendas de que no habrá análisis post mortem-; los toreros harán como que hacen y conociendo como se las gastan los taurinos, por un lado, y el público de Madrid por otro, que no aceptan toros de deshecho, lo normal será que agotados los sobreros, haya que echar mano de los bueyes del Santo Patrón. Al tiempo.
DEL TORO.
Nada nos gustaría más, que poder cantar en los próximos días la excelente presentación de los toros anunciados. Nada nos congratularía más, que conocer que los reconocimientos veterinarios se convirtieran en un simple trámite y, por consiguiente, que los profesionales tuvieran tiempo para otras actividades ajenas al reconocimiento de las reses. Nada beneficiaría más a la propia Fiesta, que el desarrollo de la lidia, cada tarde, no tuviera de protagonista a Florito, el excepcional mayoral de la plaza. Nada, por tanto, favorecería más al futuro, que saber que la integridad de los toros a lidiar está fuera de toda duda; que sobre ellos no existe ninguna sospecha de fraude; que al derrotar en los burladeros, sus pitones permanecen intactos, primera señal de su no manipulación; que, además, su comportamiento para la lidia, se corresponda con la auténtica genética del toro bravo, que no borrego; que, por si fuera poco, contribuyan al triunfo de los toreros y la exaltación del arte de torear. Ahora que la carne no se vende, nunca mejor para que ¡sólo tengan trapío!, pero que lo tengan.
DE LA AUTORIDAD Y OTROS USOS.
Nada sería posible sin la Autoridad. El uso de las prerrogativas que les concede el actual Reglamento, pero, fundamentalmente, la defensa de los intereses de a quien representan -la afición, el público, el pagano-, deben prevalecer, junto al sentido común y la preservación de los valores que encarna la Fiesta, para evitar que ésta se convierta en un tócame Roque. Para la defensa de sus intereses, los empresarios, los toreros, los ganaderos, los taurinos en general, ya tienen medios y colectivos que les permiten canalizar sus reivindicaciones. Por ello, es la afición quien más necesita de la autoridad, siendo ésta la que debe velar por la protección de sus derechos e intereses. No olvidemos, que de todos, son los únicos que pagan. Las Ventas, por tanto, deben ser el filtro riguroso por el que no puedan colar ningún tipo de trampa o fraude. La misión de la Autoridad debe pasar, entonces, por defender al consumidor que es, a su vez, quien sostiene la Fiesta. Otro uso de la autoridad, se ha de convertir en connivencia y complicidad con quienes quieren hacer de su negocio, un corral sin amo y sin control. El futuro de la Fiesta no podrá agradecer a quienes ejercen la autoridad, el flaco favor que la hacen con su pasividad. Muy al contrario, se le ha de reprochar.
DE LOS TOREROS
Pasando por alto, que ya es pasar, el que puedan pasearse por el resto de cosos, utilizando todo tipo de ventajas en cuanto se refiere al ganado a lidiar y la forma de torearlo, debemos trasladarles, desde aquí, nuestros mejores deseos para que a su cita venteña vengan concienciados de la autenticidad que aquí se les reclama; lo saben, es más un sumar en su carrera, que no un restar. Esa predisposición, es la que debe de animar sus actuaciones. No encontrarán ni un público mejor, ni una rentabilidad mayor. Pasar por pasar, valdrá para sus menguadas carreras, jalonadas de éxitos menores; pero nada adornará más su expediente, que los triunfos que legítimamente les sean concedidos, por sus actuaciones, ante un público tan exigente. Es esa exigencia, en sus dos vertientes -seriedad del toro, autenticidad y valor en la ejecución de las suertes- la que dará la dimensión y proyección para esa consideración de torero respetado y valorado. Pretender del público, de la afición venteña, un respeto simulado o sometido, haría más cómoda su actuación y trayectoria, pero carecería del sello y marchamo que dan los triunfos legitimados por la exigencia de esta plaza.
Cierto es, que los taurinos en su afán por dominarlo todo, logran silenciar, ocultar triunfos legítimos, incluso, en esta plaza. En esta feria, además de otros nombres que se podrían citar, falta El Califa. Ninguna razón justifica su ausencia. El salvoconducto fue ganado en la cara del toro, con triunfo y con sangre, pero dicho derecho, al parecer, sólo lo fue ante la afición, que no ante el poderoso empresario y su socio la Comunidad de Madrid. Si pidió o no pidió, no es al caso, puesto que en esta feria estaba en posición de exigir; así que, si sólo pidió, poco hizo, cuando debió de exigir. Viene ello a demostrar, una vez más, que no torean los que son, sino los que quieren que sean. Un torero domesticado, aunque rechazado por la afición -véanse los triunfos de Jesulín- es más cercano a las tesis del empresario. Por ende, los criterios de la empresa y la afición no guardan ninguna relación. ¡Cómo para que en el resto, no proteja a la afición la Autoridad!.
Aún así, la afición espera y desea el triunfo de los toreros. El regreso a su plaza de José Tomás, es con diferencia lo más destacado. La pelea, a la que no renuncia El Juli forma, que duda cabe, una expectativa más. Para la afición auténtica, producen más recelo “los gestos” que quieren protagonizar algunas figuras, que anhelada expectación. Los precedentes dicen que “ganadería escogida, ganadería escocida”. No obstante, el tiempo dará y quitará razón.
Nunca mejor que en esta feria para purificar la Fiesta. Toros íntegros y con fuerzas para soportar la lidia, objeto para el que fueron criados -se supone-; Autoridad dispuesta a velar por la autenticidad de todo cuanto acontece en el desarrollo del espectáculo; toreros dispuestos a demostrar en la cátedra cuanto saben y atesoran en aras de la exaltación del Toreo; y una afición dispuesta a premiar y aplaudir cuanto de bueno suceda, así como a exigir que la disposición de todos sea de respeto para con quien sostiene y paga la Fiesta. No es un sueño, ni tan siquiera soñarlo. Es necesidad que impera, para querer contemplarlo. Suerte a todos. Seguro que la necesitamos.