Me voy a permitir, no se si por una vez pero sin que sirva de precedente, escribir de mí y de mis cosas. Me van a permitir esta licencia, que a su vez, se me hace muy necesaria. La vida nos da, a todos, muchas cosas. Unas son muy tangibles y otras, a veces más importantes, son solamente sensaciones. Uno, ve el mar y obtiene unas sensaciones; ve caer la nieve y le producen otras. Uno, aprende a leer y, al tiempo de las sensaciones, obtiene un patrimonio; con esa herramienta obtendrá otros beneficios y sensaciones. Y así, hasta mil y una oportunidad de disfrutar te da la vida.
   Pues a mí también me suceden cosas. Muchas cosas. Últimamente más. Hace ya unos cuantos años, muchos parecen ya, tuve hijos en número de cuatro. ¡Ahí es ná!, con lo que costaban los zapatos que diría mi suegro. Pues me los dio la vida, con la ayuda inestimable de mi esposa que puso mucho de su parte. No es difícil imaginar lo que supuso en número de sensaciones y vivencias las que cada uno me proporcionó. Bastará con que cada lector traslade su experiencia en la paternidad y la multiplique en función de los hijos que cada cual tenga y obtendrá un resultado casi infinito.
   Con ellos lo tuve todo. En el mundo de los sentimientos no hay un “arco iris” mayor que aquel que pueden producir los hijos, como proyección de nuestras inquietudes, de nuestra sangre, de nuestra cultura o, simplemente, de nuestros gustos y aficiones. Un mundo de sensaciones que cada pareja comienza a descubrir, justo en el momento en que ven aparecer a ese ser tan frágil y tierno por primera vez. Días antes, horas antes, distinguían las cosas por grandes o pequeñas, caras o baratas, bonitas o feas y parecía que no había otra forma de discernir o establecer la difícil línea de las diferencias. Pero apareció él, o ella, y el mundo abre una nueva vía de contemplación y de sentimientos. Y nada hará más mágico ese momento que, además, ha producido esa inesperada transformación. Una sensación nueva que no precisa comparación.
   Pues no hacía falta tanto permiso inicial para hablar de mis cosas, se dirán. Todo cuanto he plasmado en el papel es universal; luego entonces a qué viene esa intención de hablar de uno mismo y de sus cosas en este entorno?. Muy sencillo: luego vienen nietos y se produce un milagro diferente. El milagro es el mismo, pero con distinta perspectiva. Como abuelo, te conviertes en observador y si tienes capacidad de análisis, todo es más fácil de comprender. Ahora, las sensaciones las ves, no solamente las sientes; aparecen como en una película de blanco y negro, tal es la distancia y el tiempo con la que hay que mirar. Y lo ves reflejado en la pantalla de la vida. Una sucesión de película, de sesión continúa, que no tiene fin. Una película sin final, pero que compendia el todo de las mejores sensaciones que te invitan a seguir viviendo. A seguir protagonizando la película de la vida. A participar del reparto, aunque los papeles estelares se los hayan otorgado a otros, que también son, que también eres tú.
   Pero hay mas. Tener un nieto está bien. ¿Y tener dos?. Pues yo tengo más. Y habrá muchos que digan que ellos también; que tienen cuatro, o cinco, o diez. La cuestión es que había pedido permiso para hablar de mí, para escribir de mis cosas. Y eso es lo que voy a hacer. Ustedes que me leen, tienen derecho a saber y yo lo tengo que contar. En total tengo, cuatro hijos que ya les dije y seis nietos hasta hoy. Cuatro niños y dos niñas y todos son, porque lo digo yo, una bendición. Alguno pensaría que iba a decir muy guapos o algo así, pero ya ven, prefiero utilizar otros conceptos; esos de los que decía se producía el milagro de no necesitar comparación.
   No existe comparación, pero siempre que no ocurra algo especial. Y que me resisto a ocultar. Verán, tras el primero, niño, vino, meses después, otro niño. Hasta ahí todo normal. Sin embargo este año 2004 ha jugado con sus dígitos. Sólo en 2 días, para mí sólo, me han dado 4. Sí, lo que han leído está bien. He tenido cuatro en dos días de este año. Pues tampoco es para fantasear se dirán los más escépticos. Y es verdad, un parto de cuatrillizos se da de vez en cuando; de trillizos muchas más veces y de gemelos o mellizos no te quiero decir. Por lo tanto, bastaría con dos de estos últimos, gemelos o mellizos, para completar los cuatro que nos ha anunciado. Pues no es esa la solución.
   Hay que decir que mis cuatro hijos y/o sus respectivos cónyuges han dado a luz. Todos, los cuatro, han querido que aumente la familia en este año tan par. Alguno ya lo empezará a adivinar. ¿Cuatro nietos en dos días dijo?. Afirmativo. ¿Y de los cuatro hijos?. Afirmativo. Solo tiene una solución: cada día han coincidido dos partos de hijos/as diferentes. ¡Pues sí señor!, esa es la solución. ¿Solución?, qué digo, ¡milagro total!. Y alguno pensaba que no lo iba a contar. Es que hay quién de más?. Lo que les cuento es real y acaba de suceder. En abril niño y niña, con diferencia de horas se convirtieron en ese lote maravilloso del primer par; más tarde en este Septiembre, otra vez la casualidad ha querido que me llegue otro par, niño y niña también.
   Ya he descansado y es que lo tenía que contar. ¡No va más! La felicidad es la misma que si llegan como los dos primeros, con meses de separación. Pero en horas y hasta en dos poblaciones muy diferentes, hacen que estos abuelos, de este quien suscribe, se sientan orgullosos, pero sin haber hecho un cursillo que les permita el don de la ubicuidad. Y superman no soy; pero me queda la pluma para lo que yo no he podido alcanzar, estar en dos sitios a la vez, lo alcance la red y lo puedan conocer muchos lectores a la vez. Y si alguno conoce caso igual, me lo haga llegar para empezar a formar el club. ¿Alguno pensaba que la vida no da nada?. Yo doy fe que sí que da. Mis parejas se llaman: Jorge y Laura; Oscar y Melania. Los otros dos nietos, los veteranos, Daniel y Alejandro. Son reales y algún día podrán leer esto que hoy dejo escrito.