Ha muerto Carmina Ordóñez. Los programas de televisión, las radios y la prensa se hacen eco puntual del fallecimiento repentino de Carmina Ordóñez. La mujer que tantas y tantas páginas de las revistas y los programas del corazón, llenó en el transcurrir de su agitada vida, nos ha dicho adiós. Cuando escribo no se sabe a ciencia cierta cuál ha sido la causa de la muerte, pero es igual, nada cambiará para lo que voy a escribir.
Esta no es una página del corazón, sino de toros. Por ello tiene cabida Carmina, por lo que ha sido en el mundo del toro. Menos torera, es difícil encontrar mujer más cercana al mundillo de los toros. Para nada nos interesa su rápida, escabrosa, disparatada y  sórdida vida. No es nuestra parcela, ni tan siquiera somos quienes para juzgarla a ella o a sus actos. Todo, todo, se lo juzgará Dios, en quien creía.
Pero merece unas líneas en estas páginas su desaparición. Lo fue todo, Hija y nieta de toreros (Antonio Ordóñez y Niño de la Palma); Esposa (Paquirri); madre (Rivera Ordóñez); sobrina (Luis Miguel, Domingo y Pepe Dominguín, Pepe y Alfonso Ordóñez); cuñada (Riverita, Beca Belmonte); tía (Canales Rivera) prima política (Paco Alcalde, Curro Vázquez); y posiblemente a vuela pluma se me escape alguno. Hay quién pueda tener un historial tan torero. Por eso, debemos convenir que era una mujer de toreros. Nada más y nada menos.
Los que seguimos el devenir de la Fiesta, no tenemos por menos que transmitir nuestras condolencias a tan amplia familia taurina. Esa es la Carmina que se nos va, la mujer de toreros. La otra, de la que hablaran largo y tendido, no era nuestra, sino de otros y su historia muy diferente. Por ella y por todos cuantos son y fueron su familia en el toreo, elevamos una sentida oración. Descanse en paz.