La peor cornada esta tarde, y hubo varias, se la llevó Miguel Ángel Cuadrado, compañero de las tareas informativas en el diario El País. La peor cornada siempre la da el tráfico y Miguel Ángel sintió el pitón caliente de un animal que se saltó un semáforo en rojo. Ahora, lucha por salvarse de tan brutal embestida en un hospital de Madrid. Se le echó de menos en esta tarde, donde apareció la verdad y la emoción de la fiesta. Le deseamos una recuperación pronta para seguir haciendo lo que mas le gusta que es escribir. Ánimo Miguel, te esperamos en un próximo festejo.
 Faltaba él, pero la fiesta siguió. La información nos llegaba avanzado el festejo y nos llenó de consternación. Además hoy, que se podía disfrutar. Y se pudo disfrutar, pues a la arena saltaron toros, así como suena y aquello ya era otra cuestión. Esta larguísima feria, que permite hacerse más ricos a los Sres. Lozano y también a la Comunidad, es un exceso se mire por donde se mire. No existen toros ni toreros para confeccionar tanto cartel, con dos semanas sería suficiente, ya que al final ni tan siquiera supone una verdadera oportunidad para los toreros acartelados. Ellos lo verán bien, pero su opinión es además de subjetiva, interesada. La afición y el público también merecen un respeto y no es precisamente eso, respeto, el tener que ir un mes a no ver nada.
 Decíamos que hoy si hubo corrida de toros y vaya si se notó. Los toros de Adolfo Martín, aunque alguno flojo, dieron un recital de casta, fijeza y hasta una nobleza de las que hacen triunfar. Triunfar, ¿a costa de qué?.  Esa es la pregunta que gravita en una fiesta de verdad y en plenitud. Pues a costa de salir herido si se intenta ejecutar el toreo con quien te brinda su entrega, pero también su lucha: un toro auténtico. No existe otra, pues lo que sale por chiqueros casi todos los días, es un sucedáneo deprimente para la especie llamada el toro de lidia.
 A estos ejemplares, les plantaron cara la terna actuante, Pepín Liria, Luis Miguel Encabo y Javier Valverde y si cierto es que no llegaron a triunfar rotundamente, en algún caso se debe a la espada y en otros a algunos errores en el planteamiento de las faenas. Pero lo que no faltó fue la entrega de los tres. Una disposición que, como es lógico, les hizo correr riesgos ante animales que saben lo que se dejan detrás. Al menor fallo, te echan a los lomos y si pueden, que pueden pues son certeros, te infieren una cornada. Así les sucedió a dos, Liria y Encabo y no anduvo lejos Valverde de serlo igual.
 Trabajo para los doctores que poco habían hecho hasta hoy, pues solo caían gentes en el tendido por motivos del calor. Hoy, hasta el calor se notaba un poco menos, pues lo que sucedía en la plaza merecía toda la atención. Hasta un picador literalmente voló. Los adolfos brindaron a los toreros francas embestidas que había, naturalmente, que dominar. Y ahí estuvo parte de la emoción y parte del triunfo redondo que se quedó por el camino. Los actuantes, que pisaron el acelerador de su entrega y disposición, carecieron, quizá por falta de hábito y costumbre, del dominio suficiente para domeñar el caudal de sangre brava que llevaban los bureles en sus venas.
 Los toreros hoy no podrán argumentar que el público los molestó, ni les escatimó el aplauso. Hoy hubo el respeto que piden, pues hubo respeto en cuanto hicieron, empezando por enfrentarse a una corrida encastada que hizo gozar a la afición. Con corridas así, el desarrollo de la lidia se mantiene con el interés propio que da el juego de los toros y cuanto se hace con ellos merece, de antemano, la consideración y el respeto que nunca debió perder esta Fiesta. Que lo es con mayúsculas, si en el ruedo hay toros y toreros dispuestos a enfrentarse en buena lid. Cuando del espectáculo se apodera la memez, la cursilería y el engaño con la borreguez e invalidez de lo que se lidia, por mucho Alfonso Ussía que escriba amparando a los defraudadores, no hay nadie que aguante el tostón. Sólo siendo también un cursi, se puede aplaudir.
 No es igual ver la gallardía de Liria o Encabo, sangrando de sus respectivas cornadas, continuar sus faenas desde la emoción y el riesgo y no marchar a la enfermería hasta dar muerte a sus toros, que poner posturitas mas o menos estéticas -nunca éticas- ante un moribundo y llamarle a eso el prototipo de la técnica más consumada. Es que no se dan cuenta de lo cursis que son.
 Quizá los toros han estado, en general, por encima de los toreros, pero también es verdad que los toreros han aceptado el reto y para ello han puesto encima lo mejor que tenían, y eso que tenían, salía de su cuerpo y era de color rojo. Aún así, cuajaron faenas emotivas y vibrantes y con un poco más de acierto y hondura los tres hubieran podido cortar oreja. El conjunto de la tarde nos hizo recordar otros tiempos, cuando era eso lo normal, toros bravos y toreros valientes de verdad. El arte de torear de categoría menor, como sucedáneo, fue un invento para que los posturitas y cursis pudieran dictar lecciones de las suyas ante los toros fofos y bobos que se lidian hoy. Las Ventas hoy era una plaza de toros y es motivo de alborozo. Alborozo que no ha podido presenciar Miguel Ángel que se llevó la peor cornada de la tarde. Que se repongan cuanto antes los tres.