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S.I.04 - SON MALOS TIEMPOS |
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Estamos pasando malos tiempos. Son malos tiempos para todos y se nota demasiado. Vivimos malos tiempos y no son precisamente meteorológicos. En cuanto a eso, también son malos tiempos de calor; tras una primavera muy lluviosa se nos ha echado encima el calor, con la que está cayendo en los toros. Dicen los viejos aficionados que en los toros hacen falta sol y moscas, pero no es eso lo que falta, díganles la verdad; lo que faltan son toros y toreros que le den el esplendor que no tienen. Con toros y toreros se nota menos el calor. Con toros y toreros ni las moscas, moscas son. Con toros y toreros habría una fiesta y esa fiesta nos traería buenos tiempos, allá penas lo que dijera el hombre del tiempo. Eso es lo que nos falta: toros y toreros y por esa razón, son malos tiempos. A uno se le vienen a la memoria los carteles del pasado, cuando había que cultivar la afición y le entran ganas de llorar. Hace unos años me permití enfrentar los carteles del San Isidro del año 2001, con los carteles de 1966 y era tal el impacto, tal la diferencia, que no admitía comparación. Para refrescar aquella memoria, me voy a permitir reproducir un párrafo de lo que escribí y que aún ustedes lo pueden leer en mi página de la web. Decíamos entonces: “Desde Antonio Bienvenida, primer actuante en la Feria, hasta Jaime Ostos que dará muerte al último toro de la misma, todos, absolutamente todos, son carteles de máximo interés. Tener, además, en la cartelería a Ordóñez, Camino, El Viti, Puerta, Antoñete, Romero, Aparicio, Litri, Bernadó, Fuentes, Pallarés, A. Vázquez, Murillo, Valencia, El Cordobés, El Pireo, El Inclusero, Tinín, etc. es sinónimo de garantía. La autenticidad del toreo en su estado más puro. Cierto es, como habrán descubierto nuestros asombrados lectores, que son los carteles de la Feria de San Isidro de 1966, pero no es menos cierto que todos los cambiaríamos por los de este 2001. Ni un solo día dejaríamos de ir a la plaza con la ilusión del que espera que el milagro del toreo se haga presente. Se hizo, muchas veces en aquella feria. No podía ser menos, tratándose de esos toreros, de esos maestros. Y no es que nos hayamos hecho nostálgicos de repente, sino que es lógico añorar aquella etapa dorada del toreo.” Siguiendo con aquellos carteles, alguien cree que en este 2004 los Lozano pueden presumir de haber rematado algún cartel como alguno de estos de aquella feria: Antonio Bienvenida, Antonio Ordóñez y Curro Romero; o este otro, Litri, Diego Puerta y El Viti. Y saben quienes mataron la corrida de Miura, pues Antonio Bienvenida, Fermín Murillo y Jaime Ostos. Como ven, lo mismito que hoy. Hoy el cartel de los miura, comenzaba sin miuras. Más de una docena hubieron de ver los veterinarios para aprobar los cinco que se sortearon al final. Y de los cinco, uno se devolvió. Y de los que se lidiaron, dos daban poco trapío y todos fueron mansos y descastados, aunque uno, sobre todo uno, el segundo, se dejó dar pases como un toro comercial. Sus matadores, por no llamarlos sus agresores sin más, pues dieron un sainete con los aceros, eran, por orden de aparición: Zotoluco, Padilla y Dávila Miura. Un cartel tan rematado como aquél del 66. De ellos poco se puede decir, si bien Padilla bulló cuanto pudo por el redondel y mostró, eso sí, mucha voluntad. Pero faltó todo lo demás, eso que permite triunfar, y sobre todo en Madrid. Se le escapó un toro que brindaba el triunfo en bandeja, con la marca de Miura y en San Isidro. Hay que torear mejor, Sr. Padilla, solo ha sido ese el problema y mira que se esmeró. Yo diría que de sus actuaciones en Madrid, seguro, la menos rápida y templada. Pues ni por esas, pudo triunfar, cuestión de calidad, nada más. De Zotoluco, ni el oficio del pasado domingo le pudimos ver. Soso a más no poder con el primer miurita y desconfiado en el de Espartaco que complementó la corrida. Dávila Miura ni se entendió con el familiar ni con el sobrero de Rivera Ordóñez. El sevillano sin moral y sin ideas, parecía no estar y es que lo que se le fue el otro día de Cuadri, le va a pasar factura. Por cierto, estos toros de ganaderías de toreros tuvieron comportamientos muy distintos a los de los borregos que a ellos les gusta de torear; parecían ellos los miuras. Son malos tiempos y no hay manera de que vuelva el 66. No solo nos perdemos aquellos torerazos, sino que no hay forma de encontrar en el futuro una fiesta igual. Ni toros ni toreros, ni empresarios y ni tan siquiera aficionados como los de aquella época quedan ya. De aquella feria y de otras nadie se acuerda de la lluvia ni el calor, cuando hay interés en el ruedo no hay tiempo para el sopor. Hoy, ayer, y anteayer, y muchos días más, alguien nos tenía que haber salvado y habernos invitado a unas jornadas de recuerdo y proyección de lo que fue el toreo de verdad. Este año no se ha hecho, pero es de esperar que la sufrida afición vaya preparando para las tardes de las próximas ferias de San Isidro, coloquios, proyecciones y tertulias donde poder disfrutar. Todo es cuestión de cambiar el local del disfrute y la parada de metro donde bajar. No desprecien la idea que, en nada, gozaría de gran cartel. Y es que estamos viviendo malos tiempos, pero nosotros los podríamos mejorar. De recuerdos también se podría vivir, antes que padecer.
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