Era de imaginar. Tal como se las gastan el conjunto de los vividores de la fiesta, era de esperar. Salvo las honrosas excepciones que nombramos y resaltamos como si de milagros se trataran, la fiesta está en una cuesta abajo, no solo preocupante, -eso era ya hace treinta años-, sino sin posibilidad de solución. El hecho de que existan cuatro ganaderías que dan la talla y cuatro toreros que conservan las esencias del bien torear, no es suficiente para mantener esta fiesta secular y ya tricentenaria. No hay solución.
La habría si alguien, político, gobernante o ganaderos y toreros con cojones fueran capaces de dar el golpe que se necesita. Alguien tiene que intervenir y cuanto antes mejor. La afición, la reducida afición que se acerca a las plazas ya no tienen palabras ni nuevas formas de protestar, de denunciar. Hastiados de reclamar en el desierto abandonan, si bien es tanta su afición que lo hacen con cuentagotas, las plazas, llamadas en la antigüedad, de toros. Sí, habrá que empezar a proclamar que esta Fiesta es de la antigüedad, como los reyes godos, por ejemplo. En la actualidad, la representación que se hace en las tardes de feria, es un simulacro mal escenificado e interpretado por muy malos actores.
Y hartos de preguntar: ¿a quién defiende la autoridad?, la respuesta solo es una, la que dan: a los ladrones. Lo dicen convencidos en los tendidos y con conocimiento de causa. Todos los días igual y hoy peor. Tanto si se sienta en el palco el Sr. Gómez, como el Sr. Muñoz, o cualquier otro, pero esencialmente si lo hace el Sr. Lamarca, ese que se permite decir que reclamar es un acto criminal. Ese estaba hoy y como era de esperar se pasó por el forro de sus caprichos las protestas justificadísimas del público de Madrid.
Sólo devolvió uno y dejó en el redondel seis inválidos más. Y se quedó tan ancho. Menudo es el tal Lamarca. Con su actitud impidió cualquier lidia y faena en la tarde, imposibilitando el lucimiento posible de los toreros actuantes. Era imposible hacer nada de nada, consiguiendo dar título a esta crónica: de lo malo, lo peor. Luguillano, Valverde e Iván García tuvieron que vérselas con aquellos cadáveres de cuatro patas que no se sostenían de pie. El primero tiró por la calle de en medio y el público se enfadó con él; el segundo apenas lo pudo intentar y el tercero, con seguidores empedernidos, saboreó algunos aplausos generosos a su voluntad. Con las espadas, que a nadie pueden culpar, horroroso. Ya ven, menos, es nada.
Hoy no se vio por allí al Defensor del Pueblo, Sr. Múgica, pero va casi todas las tardes y tampoco interviene, por lo que está claro que no hay respuesta posible ¿Quién nos defiende, quién?. Atropellos a diario y hoy una rocambolesca historia para guardar en el libro de los records. Estamos en la semana torista y la afición se preguntaba cómo era posible anunciar, así de golpe, el martes día 1, una bueyada de Atanasio. Pronto se descubrió la razón: tres toros o novillos tenían que esperar a este día para reglamentariamente ser lidiados como toros, pues sus cartillas tenían como fecha de nacimiento el 06-00. Muy aleccionador. Nunca se había visto cosa igual y en la que dicen es la primera plaza del mundo. ¡qué bochorno, señores!. Que no hay otros toros, pues no se lidia esta ganadería, con lo que habríamos salido ganando; pero seguro que hay alguien que ha salido ganando, por que si no de qué esta cesión para lidiarla justo el día 1 que era cuando se les podía lidiar por toros a los novillos que salieron.
Lo van entendiendo ustedes, verdad. Una golfada es el nombre que le cuadra a esta acción. Y no tendrán queja, pues gentilmente los aficionados les cantaron a los tres el “Cumpleaños Feliz”. Ni en las charlotadas, el siglo pasado, se tomaban a broma tantas cosas. Como para no volver, pues nadie va a poner remedio, sabiendo que el Sr. Lamarca está, por el desprecio al público que paga, inhabilitado para representarles en ninguna función. Judicialmente a esta figura se le llama recusación y este individuo debe estar recusado en esta plaza. Sería la primera premisa para pensar que alguien se toma en serio esta fiesta, que casi siempre, actualmente, es de broma. Pero no hay ninguna esperanza.
Bastará, para autenticar cuanto digo, las últimas líneas de la última crónica taurina (22-10-01) del recordado y añorado Joaquín Vidal. En ellas queda el testimonio de quien luchó denodadamente por salvaguardar los valores de la Fiesta. Fue quizá un testamento o un certificado de defunción:
“Exigiría una explicación si en esta fiesta hubiera sentido de la responsabilidad, respeto al público, seriedad y competencia.
Pero no lo hay. Los poderes públicos, de toros, pasan y les da igual que, por pasar, haciendo dolosa dejación de funciones, la tricentenaria fiesta se haya convertido en la casa de tócame Roque.
Les salva que la gente es pacífica e ilusionada y con ver volar una mosca se pone a cien”.
Nadie lo hubiera reflejado mejor. Por lo que yo hoy tengo que terminar.