Tras la suspensión de la novillada de ayer, con el agua, con el torrente de agua que cayó sobre Las Ventas, la fiesta encogió. Señal inequívoca de que es de mala calidad. Las prendas de buen precio no encogen. Hoy seguía lloviendo por la mañana y se temía lo peor. Lo peor, naturalmente, no era la suspensión, sino que te pusieras de agua como ayer solo con asomarse por allí. La lluvia cesó y permitió dar el festejo, pero todo estaba ya encogido.
Por encoger, se encoge hasta el ánimo para seguir asistiendo a una fiesta que tiene cada vez menos alicientes. La plaza a pesar del abono vendido no se llena a reventar. Ni siquiera se suele llenar. Toque de atención para quienes creían que todo vale y es que el público, además del aficionado, no lo ve nada claro. Son muchos años de toruchos enfermizos e inválidos y toreros de plástico cuando no de cartón piedra. Así nos va, que deseamos que llegue el final, no solo para descansar, sino para ver si los vitorinos dan auténtico espectáculo.
La corrida de hoy, de Núñez del Cuvillo, no alentaba muchas esperanzas y viene de lejos esta desesperanza. No decepcionaron los toros, eran como se esperaba: inválidos o flojos, descastados y tontos y así no puede lucir la fiesta. Sólo devolvieron uno y mira que hicieron méritos otros cuantos más, pero este nuevo Presidente, el Sr. Gutiérrez, tiene más flojo el pañuelo blanco que el verde y no hace mucho favor para recuperar la ilusión al aficionado, además de defender su cartera.
Pero es que además estaba en el cartel un espada llamado Finito de Córdoba aunque se sepa que es de Sabadell, tierra cuya capital, Barcelona, se declaró recientemente ciudad antitaurina. No necesita tal declaración, les bastaría con hacer hijo adoptivo de la ciudad a este torero y se hacían la mejor publicidad antitaurina. Decía el programa oficial de él: “uno de los toreros más elegantes, de mayor calidad y de excelente factura del actual escalafón de matadores, además viene a Las Ventas en un gran momento como lo ha demostrado en sus recientes comparecencias”. Si todo eso fuera verdad, que no lo es, no dejaría de ser triste y clarificador ¿cómo estará el toreo, para que este torero sea de los de más elegancia y calidad?, ¿cómo estará?. Vino, hizo el paseíllo, desplegó sus descomunales capote y muleta, metió el pico a mansalva, se puso cañi con el toro que rodaba por el suelo y mató de aquella manera. Es decir, hizo lo suyo, lo que suele hacer desde tiempo inmemorial.
Sustituía Esplá a Morante y también hizo lo suyo. Puso de largo los toros al caballo, banderilleó de forma muy ligera y despegada, realizó su segunda faena con la montera puesta y lució un terno a la antigua. Nada tuvo especial sabor, si bien mostró la disposición que siempre muestra en Madrid. Ni los toros dieron más de sí, ni él estuvo mucho mejor. Hizo lo suyo y en paz.
También venía a hacer lo suyo otro torero catalán, pero de los que quieren llevar la contraria al Ayuntamiento de Barcelona. El mejor gesto que podía hacer, es vender el piso donde viva y venirse a vivir a Madrid en señal de protesta, con lo que la contribución la pagaría uno que estuviera de acuerdo con las decisiones que toma ese Ayuntamiento, así como otros impuestos indirectos. Lo suyo es venir dispuesto a la plaza de Las Ventas, ya lo viene haciendo tiempo atrás, si bien le falta suficiente calidad para rematar lo que empieza en todas las actuaciones. No se le puede negar disposición, entrega y valor, pero le sigue faltando un punto de temple y serenidad. Todo lo que le falta lo suple con aguante y gélido valor, pero todo esto que se lo reconoce hoy el público de Madrid, tiene que aderezarlo de mucho mejor toreo. A salvo los pases de pecho, donde parece sentirse más cómodo, debe mejorar la templanza y la ligazón.
Le dieron una oreja, tras unas manoletinas ajustadísimas, pero eso no puede justificar el premio. El Sr. Gutiérrez también estaba a lo suyo y lo suyo es conceder orejas todos los días que se sienta en el palco. Lo del pañuelo flojo, que mencionábamos anteriormente, es lo suyo. Cuando al final, desfilábamos camino de la calle, puede observar como cada uno iba a lo suyo. Lo agradecí, pues me permitió darle título a esta tarde isidril. Cada uno a lo suyo, pues yo también. Y me puse a escribir. Usted a leer. Todos en paz.
