Hubo un atisbo de toreo allá por la lidia del sexto toro, fue en los lances de recibo de Juan Diego y ahí se quedó todo. No hubo más. Lo que si hubo fue agua, lluvia pertinaz que caía a veces fina a veces a jarros. Recuperamos la lluvia en la feria, ya que no pudimos recuperar nada importante que tuviera que ver algo con el toreo bueno.
Había interés por los espadas actuantes, Encabo, -que sustituía a Esplá por lesión- Ferrera y el citado Diego. Pero, o bien se estrellaron con las malas condiciones que presentaron los toros de Baltasar Ibán o con sus propias incapacidades. Hubo aplausos, ya se sabe por aquello de las banderillas y tal, pues hay gente p’a tó, pero lo que se dice arrancar la plaza a aplaudir, solamente al final, -lo dicho- y cuando presas de contento escaparon de aquella lluvia pertinaz.
Ya es raro que un festejo, en Madrid al menos, dure menos de dos horas y a este le sobraron diez minutos, y eso es de agradecer. Antaño sucedía con mas frecuencia y es que los toreros no eran tan pesados ni tan pegapases, se conformaban con los pases justos, eso sí buenos, y a triunfar. Hoy, desgraciadamente prevalece la cantidad y vivimos casi en ayunas de la calidad.
Es más, la gente no solo huía de aquella lluvia y de aquel tostón, sino que les urgía prepararse para el único festejo que no se anuncia en los carteles isidriles en Madrid: La boda. Por eso no es de extrañar que fuese un tema recurrente de conversación en la tarde. Algo había que hacer. Y ese algo no era cosa baladí. Una boda real en Madrid, hace casi cien años que no se da. Casi como el tiempo que hace que no se ve torear. Alguien me querrá rectificar y dirá que a veces se torea algo, pero yo también puedo decir, que bodas también hay, pero no de esta categoría y nivel.
Pues ya lo saben, cuando quieran leer esta crónica, que seguro será un asunto menor para el día 22, nuestro Príncipe Felipe será ya todo un Señor casado y eso es otro nivel. La próxima vez que nos haga el honor de visitar Las Ventas con su esposa Doña Letizia, -si ella no se quita la zeta, a mí me toca corregirle al ordenador- o en solitario, ya no será el soltero de oro de este país. Será el heredero, pero un heredero casado y atado ya.
Que la boda les vaya bien, y si después tienen un rato, y no están cansados de los fastos, pues me leen un rato para variar. Yo, como ven, he procurado distraerles muy poco para no cansar.