Sí señor, sí señora, como lo oyen: uno p’alante y dos p’atrás. Ese fue todo el transcurrir de la corrida de hoy. Ya pueden imaginar que si algo vimos fue en el que vino p’alante y poco o nada en los dos que vinieron p’atrás. Fue puesto tan de manifiesto, que dudo que hoy ningún compañero pueda hacer una crónica sin definirlo de esa manera. Y si lo hacen, es que estuvieron en otro lugar.
Indiquemos que en el cartel figuraban seis toros de Gavira para los afamados diestros Manuel Caballero, Miguel Abellán y El Juli. Al ganado le tratamos aparte, fue un muestrario de condición bovina, hora manso, hora incierto, hora noble y enrazado, hora inválido o borrego; en fin de todo hubo como en botica y con el trapío muy justito en muchos de ellos. No hubo, como ven, unanimidad. Los toreros sí tuvieron durante toda la tarde un comportamiento homogéneo. Tan homogéneo que no repartieron ni las vueltas al ruedo, dándolas uno solo. Solo coincidieron en realizar su primer brindis a S. M. el Rey Juan Carlos, que junto a su hija Elena y esposo, asistieron a este festejo.
Los que actuaron p’atrás, fueron Caballero y El Juli, aunque con distinta marcha. Desconfiado y inhibido el manchego que nada tiene que ver con la publicidad que le hace la empresa en su programa de mano. “ Es uno de los diestros que posee una depurada técnica, capaz de sacar el máximo partido a sus oponentes, su torería y calidad es muy acusada, prueba de ello es que todos los años el reconocimiento de los aficionados es unánime a una labor más que digna”. ¡Y un jamón!. Lo más parecido a lo reseñado es que fue unánime el reconocimiento de los aficionados a una labor más que indigna. De la técnica, de sacar partido, de la torería y la calidad, nada de nada, solo publicidad. Nada igual, como pueden ver.
De El Juli, también nos hablaban muy bien. Vean ”Viene a San Isidro con la disposición propia de las grandes figuras del toreo, ahora más asentado, reposado y con el poso que dan los años. Ha perdido algo de frescura pero ha conseguido que sus comparecencias en los ruedos estén siendo selladas con responsabilidad, torería y calidad”. ¡Toma ya!. Quién será el que lo redacte y qué cursi va todo el rato con la torería y la calidad. ¿Sabrá él lo que es eso?. Si hay toreros que de eso difícilmente pueden presumir son los dos citados. Pues bueno, El Juli sí llegó con la predisposición de las grandes figuras, -actuales- con dos inválidos que casualmente, los únicos, cayeron en sus manos. Cierto es que está más reposado, pero sin poso alguno, entre otras muchas cosas, por que donde no hay no se puede sacar, mayormente y por que para que lo den los años, hará falta que tenga más de veintiuno, digo yo; otra cursilada del escribiente. Fue un alma en pena por el redondel; se nota la mano del Roberto Domínguez de sus tiempos de ausente y ceremonioso, para no aportar nada. Así estuvo El Juli, cuando lo suyo era la juventud, la voluntad, la variedad con el capote y el derroche de ilusión. Con esas cualidades se ha hecho multimillonario, con las nuevas no solo se empobrecerá en su cotización, sino que lo hará también en lo profesional. Un vulgarcito más.
El que vino p’alante fue Abellán. Desde el principio hasta el final, no paró. Le faltaba tiempo para intervenir, para ser volteado, para plantarse delante de los enemigos, para hacer quites en los toros ajenos, para ejecutar buenos naturales, revoleras, serpentinas y un curso de querer estar. No todo fue bueno ni cabal, pero la disposición fue total. Es más, en todo caso se pasaba de revoluciones y perdía batallas con los toros por falta de mando y unidad. Todo lo dejaba a la presencia y voluntad, olvidando, en muchos momentos, el mando que a cada toro hay que dar. La gente, no obstante, se volcó con él. Y no era de extrañar. Entre ver entrega, coraje y valor y saborear la “torería y calidad” de sus compañeros de terna, no había color. Yo mismo, ayer, me hice de Abellán. La espada no le ayudó o no la supo utilizar, perdiendo orejas que le hubieran pedido sin dudar. Dio dos vueltas al ruedo, una en cada toro, diferentes entre sí. Una se le pidió y la otra es que le apretaron los pies y se la dio. Es decir, que hasta en eso estuvo, p’alante.