Un rabo en Madrid. Sí, sí, no se sorprendan, pues para eso falta solo un tantito así. No harán falta muchas coincidencias, créanlo, y podremos disfrutar de ver pasear un rabo en manos de cualquier matador en una vuelta al ruedo triunfal. Falta solo un tantito así.
D. José Gutiérrez, el presidente de hoy, ya está por la labor y nada importará que la afición, en defensa de la autenticidad de la Fiesta, pierda la voz y las manos de tanto protestar. Lo han de conseguir y lo enarbolarán como el triunfo del toreo actual y en represalia por lo mal educada que está la afición de Madrid. Una afrenta dirán estos, pero eso no les ha de importar; lo importante es ver un rabo en las manos de un coletudo, que pruebe que el toreo está en alza y que alcanza cotas como nunca se habían visto. Como se torea hoy no se ha toreado nunca y los toros que se lidian son el paradigma de la bravura y la casta. Faltaría más. Y no se podrá discutir, solo disfrutar.
Estas conclusiones que no son una metáfora, ni siquiera una ironía de quien suscribe, es la triste realidad. Lo que les gusta de verdad es dar orejas por doquier. Allá penas lo acontecido en la lidia del burel, allá cuidado si el tal burel, fue burel o burela, blando o inválido, manso o bravo. De tal guisa, sucede igual con su matador, que empezando por el cómo mató, tanto da que da lo mismo el lugar donde la espada cayó, si la faena se cimentó sobre la autenticidad, si fue maciza o solo aportó detalles, si fue real o figurada; o en otro orden, si estuvo a la altura de la calidad que ofrecía el toro por ejemplo. Lo que se lleva, lo importante es dar orejas y para ello se burlan, se traspasan los más elementales equilibrios que deben cimentar el análisis de lo sucedido en el ruedo.
Si en el palco está el Sr. Gutiérrez puede suceder de todo y ya el pasado día 14, en la corrida de rejones, se armó una buena por no saber estar. Hoy, nuevamente, la ha armado, teniendo muy suelto el pañuelo y tirando el prestigio de esta plaza por los suelos. Uno que de vez en cuando tiene que acudir a hacer sus necesidades, salió raudo a ello terminado el quinto, acudía cariacontecido y aburrido un día mas, y al volver ya había un torero con una oreja en la mano dando la vuelta al ruedo. No me lo podía creer, y como era para mearse, no se si de risa o de pena, casi me vuelvo a marchar. El Fandi era el agraciado en el sorteo y por mas que pregunté nadie me sabía dar explicaciones sobre los pañuelos que debieron aparecer para la graciosa concesión. El pataleo y protesta de gran parte de la plaza fue de clamor, pero el preciado trofeo ya iba en el esportón. Enhorabuena Fandi, ya tiene usted una mas.
Mi amigo César que se tuvo que marchar a la muerte de ese toro, nunca podrá imaginar que se quedó sin ver cortar tres orejas en la tarde, pues hubo más. Tampoco Leopoldo que tras banderillear el sexto se tuvo que ausentar, sabrá nunca las razones por las que Matías Tejela salió en hombros tras su marcha. Se iban porque se tenían que ir, pero también lo podían haber hecho por el aburrimiento que supuso el festejo y nunca podrán imaginar el milagro de la multiplicación de los panes y los peces que se representó. Un milagro, pero de multiplicación de orejas, versión española, fue lo que se dio. Una donde no había ni vuelta al ruedo y dos donde solo cabía una.
Una oreja se cortó, si aplicamos el baremo que esta plaza tiene autenticado en el transcurrir de los años. Eso fue todo y nada más. Lo demás, un invento de triunfalistas y un Presidente sin pudor. Lo mismo podía haber invitado a todos a bocadillos y cerveza por ejemplo, pero eligió lo de las orejas, que además de mas barato queda mucho mejor con los que sostienen que esta Fiesta está en su mejor momento. Un momento mejor es la traducción que se le puede dar al que queriendo engañar lo consigue sin coste alguno. ¿O alguien cree que le va a costar algo al Sr. Gutiérrez?.
La corrida fue un sopor. Toros blandos, suavones, facilones hasta decir basta. Toreros, los dos citados y Juan Diego, igual de blandos, facilones y faltos de conexión con el personal a salvo el sexto. Toros que cumplieron lo justo para no caerse, no picarse, no torearse, incluso no molestar. Solo al final, un epílogo desigual de Tejela puso una nota de calidad a la tarde. Despertó el interés de los aficionados y mostró buenas cualidades, sin llegar a cuajar una faena maciza, matando de estocada baja. El público, supongo que por el tedio vivido, explotó a pedir la oreja que antes le habían concedido a El Fandi sin petición y tan bajo había caído el listón que les pareció, como al Sr. Gutiérrez, que si por nada dieron una, por un poco había que dar dos. El usía aceptó el juego y se la dio. Flaco favor. Tejela en hombros por la puerta grande. Yo al salir la miré y me pareció mucho mas pequeña que ayer. Y, seguramente, que mañana, cuando el rabo esté al caer.