Las matemáticas no mienten, pero no siempre y en todo aciertan. En los festejos taurinos, por ejemplo; la novillada inaugural de la Feria de Otoño en Madrid, sin ir más lejos. Para los resultados de agencia, incluso para las fichas de las crónicas al uso, dirán que dos y dos son cuatro, pero no les crean, es sólo un espejismo. Cuatro lo que se dice cuatro, no. Quizás tres o quizás solamente dos, pero cuatro, jamás.   Los novilleros vinieron dispuestos a todo. Es decir, como se debe de venir; más si se trata de la plaza de Madrid. Su afán por conseguir dos orejas, tres o cuatro fue encomiable toda la tarde. No faltaba de nada de lo que en su incipiente carrera se les pueda exigir: voluntad a raudales, entrega total, variedad en las suertes a ejecutar (si bien es verdad que esto fue real con el capote, ya que con la muleta el repertorio fue mas justito), valor y exposición. Como puede verse todo lo que puede exigirse a unos novilleros que desean abrirse camino.    Tarde entretenida por tanto, en la que se mezclaron momentos de buen toreo, acelerones, riesgo, equivocación de terrenos, todo ello aderezado con unos novillos marca “Domecq” que dieron el juego propio de la marca. (Los lectores permitirán esta licencia de tratar de marca en lugar de encaste, pero es que así se perciben las cosas, como una marca). Novillos bien presentados, eso sí, noblotes, blandos y con falta de fuelle para aguantar toda la lidia en plenitud. He ahí la falta de casta o raza y sí las señas de identidad de la marca: colaboradores. ¿De cuándo un toro o novillo debe ser colaborador?. Que se sepa es el oponente. Pero así están las cosas cuando la casta se convierte en marca. Cierto es, digámoslo con prontitud para evitar suspicacias, que no se cayeron.    Los novilleros, Matías Tejela, Iván García y Reyes Ramón, todos con un caudal de ganas de agradar y de arriesgar contaron, además de con la colaboración del ganado, con un “Torrente” de pañuelos. No crean que me refiero a la cantidad de pañuelos que exhibió el público para la petición de trofeos, que los hubo, sino con la inestimable colaboración del Sr. Torrente, Presidente del festejo, que estuvo por la labor. Queremos recordarle que para dar dos orejas en Madrid hace falta que del toreo ejecutado a uno se le caigan dos lágrimas y no dos pañuelos. A él se le cayeron los pañuelos sin lágrimas ni nada. Lágrimas las de la afición por una nueva pérdida de seriedad y rigor en la primera plaza del mundo. Aún así, digamos que más cerca de lo justo para García que para Tejela. Este último sufrió una voltereta espeluznante al entrar a matar que nos dejó a todos compungidos. Al Sr. Torrente, más a más, se le aflojó la mano.   Para cuando el mantenimiento en el palco del primer pañuelo de forma continuada para no despistar a los que siguen pidiendo la primera oreja pues no ven el pañuelo expuesto. Ya se hace en otras plazas y es una innovación necesaria y fundamentalmente práctica. Para la segunda oreja un segundo pañuelo blanco. Con el dinero que se mueve, creo, se pueden comprar más pañuelos. De todas formas no ha sido mal comienzo de feria, pero a pesar de ello las matemáticas no han sido fieles con lo sucedido y premiado. Aunque así se lo reflejen las estadísticas y las agencias, no se lo crean: en este festejo y lo sucedido en él, en puridad, dos y dos no son cuatro. Cosas de la ciencia que no encajan en el toreo.