En una ocasión, un deportista de elite, al ser preguntado, mejor increpado por un aficionado en que, había que ganarle al contrario, dicho deportista contestó: “Hay que ganarle a la vida”. La frase, lo juro, nos sirve a todos. Debemos de ganarle a la vida y, a veces, nos perdemos en veleidades absurdas olvidando, por completo, que la mejor partida la dejamos en el aire.
Competir, luchar, ganar es siempre la meta. Muchos de esos ganadores perdieron, como se demuestra, su partida más importante: la que había que ganarle a la vida. Habitualmente, de forma genérica, a la gente se le olvida vivir. ¡Qué triste¡ Las prisas, el estrés, los agobios constantes en aras de un trabajo determinado; la acumulación de bienes materiales, el luchar por conseguir absurdeces y el despilfarro en cosas baladíes, es lo que ocupa nuestra vida y nuestro tiempo a diario.
En cierta ocasión, una amiga mía tuvo que sacrificar su casa, su morada más linda, porque una serie de problemas crematísticos le obligaron a sacrificar lo que más quería, su propia casa. Y lo hizo con una sonrisa en los labios, con la apertura de su corazón dejando que la voluntad divina hiciera por ella. “Qué importa todo lo material si mantengo la fe”. Me dijo. Aquella acción, lo confieso, me dejó atónito. Me asombro al ver que siguen quedando gentes románticas, felices, enamoradas de la vida, ello es algo que me sigue dando ilusiones por seguir en este camino de los sueños.
Uno, débil de fe, cuando comprueba la grandeza de lo que termino de exponer, le entran unas ganas locas por admirar a este tipo de personas tan increíbles. Esta muchacha a la que aludo, como se demostró, quiso ganarle a la vida, y lo logró. No faltará quien puede tacharla por aquello del desarraigo de los bienes terrenos; pero tampoco falta quien la admira por sus valores del alma.
Ejemplos como el expuesto, son los que nos deberían servir para llegar a ganar lo que en verdad es importante: ¡La dignidad¡ Más vale honra sin barcos, que barcos con sin honra. En ocasiones, queremos alcanzar las cosas al precio que fueren. ¡Craso error¡ Todo lo material termina por destruirse y, la batalla por la vida, la perdemos sin pudor alguno.
Yo quiero ganarle a la vida; pero quiero lograrlo a través de las manifestaciones del alma. Recordemos que no es más sabio el más rico, pero si es el más rico el que más sabe. Y el saber no es otra cosa que el vivir, el amar, el sentir y el soñar que habrá un mañana mejor.
El deportista a que me refería, soñador, bohemio, ilusionado y capaz, quienes le dirigían, no supieron comprender el símil de su metáfora tan bella que, no dudaron en destituirle de su cargo. El, Claudio Rainieri, contemplará con ojos de estupor que, quienes no le comprendieron, fueron capaces de llevar a su equipo a la más pura hecatombe.