Hoy, día de San Silvestre, último día del año, siglo y milenio, he tenido la curiosidad por ojear, algunos de los mensajes que he escrito a lo largo de este año de gracia; digamos esa forma que he tenido para comunicarme con mis amigos entrañables esparcidos por todo el planeta. Y, tras este ejercicio, he sentido, he tenido la maravillosa convicción de haber escrito, sin pretenderlo, el más bello diario que jamás pude soñar.
Invito a MIS LECTORES, a mis amigos de aquende y de allende para que, todos, hagan este menester que, finalizado el año, como a mi me pasara, tanta dicha les puede reportar. Al repasar estas líneas, estas cartas que nacieron desde lo más hondo de mi corazón, he comprobado, en síntesis, lo que ha sido mi vida en el transcurso de este año. Sin pretenderlo, a diario, al contarles a mis amigos mis vivencias, éstas, ahora, son el vivo recuerdo de todo lo que he vivido, de lo que he soñado y amado.
Los trescientos sesenta y cinco días de este año, una vez más, con este motivo, han quedado plasmados en mi archivo personal y, ante todo, en el anaquel de mi alma. Cuando, a diario, uno intenta plasmar en el papel aquellas vivencias, así como las situaciones que uno quisiera vivir, dándole, como se sabe, vida y forma para el uso y disfrute de todos cuantos tienen la paciencia por leerme, resulta casi enigmático que, lo mejor de uno mismo, ha quedado escrito sin proponérmelo puesto que, eran, por supuesto, las vivencias de mi alma.
Han sido, innumerables las cartas que he escrito y, a diario, paso a paso, éstas, han dado el reflejo de mi acontecer cotidiano. Mis sueños, mis ilusiones, mis quimeras, mis penas, alegrías y todas las sensaciones que en mi vida se han dado, todas las tengo grabadas para que, en un día como hoy, haya tenido la sensación de hacer el balance personal de lo que ha sido mi vida durante todo este año.
Razón tenía Oscar Wilde cuando afirmaba que, todos, sin distinción, deberíamos llevar encima nuestro diario, sin lugar a dudas, el libro más sensacional de cuantos pudiéramos atesorar. Nada es más cierto que esta afirmación de Wilde que, por primera vez en mi vida, he sido capaz de experimentar. Y era muchos los años en que me dedicaba a este menester pero, infantilmente, se me pasaba por alto. Hoy, al reparar en ello, he sentido una felicidad especial puesto que, entre mis escritos y los cientos de ellos que mis amigos me han escrito, he podido ver el gran retrato de lo que ha sido un año pleno de vivencias y de situaciones increíbles.
Sin pretenderlo, he sido el feliz espectador de mi propia vida y, tras todo cuanto he vivido, le doy gracias a Dios puesto que, he atesorado mucha gloria entre mis manos; precisamente, toda la que me han entregado mis amigos queridos que, a cambio de nada, me entregaron lo mejor de sus vidas: su amistad más bella.
He conocido gentes nuevas, he sabido conservar aquellos amigos de siempre y, todos, sin distinción, me ayudaron a escribir este bello volumen que conforma mi diario, algo que, sin ellos, jamás hubiera escrito. Uno, a diario, como es mi caso, intenta crear, plasmar sobre el papel las historias más emotivas; vividas o inventadas, nada importa. Y, paradojas del destino, lo mejor de uno mismo ha quedado escrito para la privacidad de todos los hombres y mujeres que me quieren. Esta es, por tanto, la grandeza de mi diario.
Esto es para vosotros, mis amigos queridos que, todos, con vuestras cartas, ilusiones y apoyo moral, me distéis la vida necesaria para escribir y, por encima de todo, a darle forma y vida a ese volumen apasionante que es y se llama, mi diario personal.